1996. Defender el marxismo, defender el materialismo dialéctico

DEFENDER EL MARXISMO, DEFENDER EL MATERIALISMO DIALÉCTICO
(Publicado en Combattre pour le socialisme nº 64, 16 de septiembre de 1996)
(Publicado en Germinal, Segunda Época, número 6, 21 de noviembre de 1996, páginas 14 a 24)
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DEFENDER EL MARXISMO
DEFENDER EL MATERIALISMO DIALECTICO (1)
(CPS 64, 16 de septiembre de 1996)
Este artículo es una introducción a una serie de artículos que publicará CPS [y, por tanto, GERMINAL] en “defensa del marxismo”. Su objetivo es precisar el núcleo del combate a emprender en defensa del marxismo, en defensa del método elaborado por Marx y Engels, el materialismo dialéctico. Este primer artículo no puede estudiar en profundidad las obras o artículos citados. En otros artículos volveremos sobre los aspectos particulares que toma la ofensiva actual contra el marxismo. En ellos se criticarán obras o artículos cuyos autores son calificados por la prensa (o por los autores mismos) de “neo-marxistas”, “marxianos” o “marxólogos”. Es conveniente precisar que estos términos, salidos de la Universidad, han sido difundidos por la prensa burguesa y aceptados por la prensa y los organismos ligados al movimiento obrero. No han sido inventados sino para mejor traicionar,en nombre del propio marxismo (o de una referencia más o menos vaga al marxismo) la obra de K. MARX y de F. ENGELS. Más allá de sus divergencias, estos “neo-marxistas”, “marxianos” o “marxólogos” tienen en común su rechazo del materialismo dialéctico. Es el caso, particularmente, de todos los revisionistas, es decir, de todos los que desde el interior del movimiento obrero son partidarios de la revisión del marxismo con un espíritu de colaboración y reconciliación de las clases. En enero de 1940 Trotsky presentaba “algunos ejemplos instructivos”:
“Siempre se puede defender la vieja sociedad con los métodos materiales e intelectuales heredados del pasado. Es absolutamente impensable que se pueda derribar esta vieja sociedad y edificar una nueva sin un previo análisis crítico de los métodos en vigor (…).
Quien conozca las luchas de tendencias en el interior de los partidos obreros sabe que el tránsito al campo del oportunismo e incluso al de la reacción burguesa comienza por el rechazo de la dialéctica. Los intelectuales pequeño burgueses consideran a la dialéctica como el punto más vulnerable del marxismo y especulan al mismo tiempo sobre el hecho de que les es más difícil a los trabajadores verificar las divergencias en el plano filosófico que en el político. Todo el testimonio de la experiencia confirma este hecho tan conocido (…).
Los ejemplos de Bernstein, Kautsky y Franz Mehring son extremadamente instructivos. Bernstein rechazaba categoricamente la dialéctica como “escolástica” y “misticismo”. Kautsky manifestaba su indiferencia respecto a ella (…) Mehring fue un propagandista y un defensor incansable del materialismo dialéctico (…) el destino político de estos tres hombres es bien conocido. Bernstein acabó sus días como un obtuso demócrata pequeño burgués. Kautsky de centrista se transformó en vulgar oportunista. En cuanto a Mehring, murió comunista y revolucionario.”
TROTSKY. Carta abierta a Burnham (En defensa del marxismo)
Los revisionistas y los intelectuales pequeño burgueses reaccionarios de hoy en día beben en las mismas fuentes de los viejos métodos en defensa de la sociedad burguesa en putrefacción.
El centenario de la muerte de K. MARX (1818 - 1883) dio lugar a diferentes publicaciones y manifestaciones. La que más eco tuvo en la prensa fue el congreso internacional Cent ans de marxisme - Bilan et perspectives que tuvo lugar en la universidad de París X (Nanterre) del 27 al 30 de septiembre de 1995. Otro coloquio titulado Friedrich Engels, savant et révolutionaire se celebró del 17 a 20 de octubre. Otras manifestaciones como el debate del 14 de mayo de 1996 a la Mutualidad, del que dio cuenta ampliamente l’Humanité, la publicación de revistas y de numerosas obras parecen poner a la orden del día “la actualidad del marxismo” en el inicio de los 90. La lectura de los informes hechos públicos por los periódicos, la de los artículos aparecidos en revistas “especializadas” y el contenido de las obras de intelectuales que se dicen “marxistas” muestran una base común. Esta “conmemoración” del centenario de la muerte de K. Marx es de hecho un cuestionamiento fundamental de su obra, de la teoría científica que necesita el proletariado para vencer y que elaboró en colaboración con F. Engels. ¿Cómo, en nombre del marxismo, puede acreditarse la idea de que la crisis de la humanidad puede resolverse “reformando”, “sobrepasando” el capitalismo? Tal es el eje central que se desprende de estas publicaciones.
“EL PASADO DE UNA ILUSION” DE FRANÇOIS FURET
Por parte de los intelectuales al servicio de la burguesía, el combate abierto contra el marxismo viene ya de antiguo. Así, en su obra “El pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea del comunismo”, François Furet cree poder demostrar que con la “caída de la URSS” es “la idea misma de revolución” la que muere. Apoyándose en los escritos de Hannah Arendt (Le système totalitaire, 1961) afirma que el estallido de la URSS prueba que la concepción materialista de la historia elaborada por K. Marx no sería más que una ilusión.
“La quiebra del régimen nacido de octubre de 1917 y puede que más aún el carácter radical que ha tomado privan en efecto a la idea comunista no sólo de su país de adopción sino también de toda salida: lo que ha muerto ante nuestros ojos, con la Unión soviética de Gorbachov, engloba todas las versiones del comunismo, desde los principios revolucionarios de octubre hasta su historia y hasta la ambición de humanizar su curso”.
(p. 54)
Furet exulta: se trata del “fracaso absoluto” de la revolución proletaria. Y este fracaso
“obliga a repensar convicciones tan viejas como la izquierda occidental e incluso la democracia. Comenzando por el famoso “sentido de la historia”, mediante el que el marxismo-leninismo pretendía conferir garantía de ciencia al optimismo democrático. ¿Si el capitalismo se ha convertido en el porvenir del socialismo, si es el mundo burgués el que sucede al de la “revolución proletaria”, en qué queda esta seguridad con el tiempo? El final de las prioridades canónicas deshace el encaje de las épocas en la ruta del progreso. La historia vuelve a ser ese tunel donde el hombre se adentra en la oscuridad sin saber a dónde conducirán sus acciones, sin conocer su destino, desposeido de la ilusoria seguridad de una ciencia de lo que hace. Privado de Dios el individuo democrático ve temblar sobre sus bases, en este fin de siglo, la divinidad histórica: angustia que va a necesitar conjurar.
A esta amenaza de la incertidumbre se une en su espíritu el escándalo de un futuro cerrado. Habituado a conferir un poder ilimitado a la sociedad, puesto que le promete que es libre como todos e igual a todos, aún falta, para que pueda un día sobrepasar el horizonte del capitalismo, ir más allá de ese universo donde existen ricos y pobres. Mas el fin del comunismo le devuelve, por el contrario, al interior de la antinomia esencial de la democracia burguesa, que redescubre como si fueran de ayer mismo los términos complementarios y contradictorios de la ecuación liberal, los derechos humanos y el mercado; por ahí compromete el fondo mismo de lo que ha constituido el mesianismo revolucionario desde hace dos siglos. La idea de otra sociedad se ha convertido en algo casi imposible de pensar, y es más, nadie avanza a este respecto en el mundo actual ni el esbozo de un nuevo concepto. Henos aquí condenados a vivir en el mundo en que vivimos.”
(p. 54)
El capitalismo es pues el único porvenir posible y las masas no tienen otra salida que someterse a su explotación. Para Furet, en efecto, el capitalismo “no pude ser la cabeza de turco de las desgracias del siglo XX”. Las guerras mundiales no han sido guerras imperialistas: “lo que la hecatombe tiene de extraordinario encuentra con Lenin sus responsables y sus cabezas de turco a escala de la masacre: el imperialismo, los monopolios capitalistas, la burguesía internacional”.
Según Furet, la destrucción de la URSS haría caduca esta tesis. Pero el plumífero de la burguesía no tiene otra explicación: “la primera guerra mundial es el acontecimiento más enigmático de la historia”. Las masas serían pues responsables del alineamiento de los jefes socialdemócratas a la unión sagrada y a la defensa de los intereses de su propio imperialismo. ¡Las masas labran su propia desgracia!
Por lo que respecta a la segunda guerra mundial, nos encontraríamos frente a una “guerra ideológica”. Furet retoma y asume el término de Hannah Arendt de “estado totalitario” para cualificar tanto al estado hitleriano como al régimen estalinista. Tanto el uno como el otro serían el producto de una revolución. Furet recurre incluso a la moral cristiana: “En el siglo XX el hombre ha reemplazado a Dios como dueño de su destino”. Y las “locuras políticas” (fascismo y estalinismo) han nacido de esta substitución. El proletariado sólo tiene una solución: someterse a la explotación capitalista y creer… ¡en el más allá!
Furet, “especialista” universitario en Historia de la Revolución francesa, desea exorcizar completamente la revolución que comenzó en 1917 en Rusia, la revolución proletaria. Es por ello que dice: “La voluntad de enlazar con el carácter universal de la Revolución francesa lleva a la catástrofe”.
La revolución rusa demostró que la historia puede “realizarse por la voluntad de los hombres”. La caída de la URSS revelaría la ilusión que encierra esta proposición. Para los que no pueden resignarse con “el mundo en que vivimos” no queda más que un remedio implícito: Dios.
Este discurso reaccionario ciertamente no es nuevo, solamente se adapta a las necesidades de la burguesía en crisis para la defensa de sus intereses.
DEL COMUNISMO A LA “REFUNDACION DE LA DEMOCRACIA”, PHILIPPE HERZOG
Lo que es nuevo es que en el seno del movimiento obrero sea tan abierta y sistematicamente retomado el discurso reaccionario de la burguesía. “Neomarxistas”, “marxianos”, “marxólogos”, se refieren, cada uno a su manera, a esas tesis reaccionarias y plantean la misma cuestión que Furet: “¿Qué hay que conservar de Karl Marx?”.
Un artículo de Philippe Herzog, aparecido en “La Lettre de confrontation” de marzo de 1995, llamaba a L’Humanité y al PCF a reconocer los trabajos de Furet, H. Arendt y compinches:
“El libro de F. Furet ‘El pasado de una ilusión’, apasionante y esclarecedor, tiene una amplia audiencia. Espero que lo lean muchos comunistas (…) Desconocedores de la obra fundamental de Hannah Arendt y tantos otros trabajos, los comunistas no aceptan de ningún modo el concepto de ‘sistema totalitario’. Sin embargo, H. Arendt elucida lo esencial que retoma Furet: un sistema de poder totalitario es aquél que tiende a cumplir una lógica de la historia, sirviéndose para ello de un partido y de un aparato de estado y policiaco que ejerce una dominación total sobre los individuos hasta destruirlos (…) En este sentido puede hacerse la comparación entre comunismo, bolchevismo y fascismo”.
Buen “demócrata” burgués, Philippe Herzog caracteriza un estado según su forma y no según su naturaleza de clase. En 1939, a propósito de la naturaleza de la URSS, Trotsky se refería a las proposiciones de los que identificaban estalinismo y fascismo:
“Por una parte, la burocracia soviética ha asimilado los métodos políticos del fascismo; por otra, la burocracia fascista, que de momento se limita a ‘medidas parciales’ de intervención gubernamental, tiende hacia la estatización de la economía, a la que pronto llegará”.
Y comentaba:
“La primera afirmación es perfectamente justa; pero es falso afirmar (…) que el ‘anticapitalismo’ fascista sea capaz de llegar a expropiar a la burguesía. Las medidas ‘parciales’ de intervención del estado y de nacionalización difieren en realidad de la economía estatizada y planificada tanto como las reformas difieren de la revolución. Mussolini y Hitler no hacen más que ‘coordinar’ los intereses de los propietarios y ‘regularizar’ la economía capitalista, y ello, en lo esencial, con fines militares”.
Esta aparentemente radical condena del estalinismo por parte de Herzog no es más que palabrería. Philippe Herzog y el PCF combaten tanto, hoy como ayer, la revolución proletaria y la democracia obrera. Los artículos publicados por L’Humanité con motivo del film de Ken Loach “Tierra y libertad” son esclarecedores: justificar y defender la política contrarrevolucionaria de Stalin y de los PCs que estranguló la revolución española.
Con el fin de ceñirse abiertamente al sistema capitalista y a la defensa del orden burgués, P. Herzog nos propone “revisar” a Marx.
“Paul Ricoeur tiene razón al señalar que los marxistas no han comprendido las aportaciones históricas de la democracia liberal, producto de las luchas populares. El mismo Marx debe ser coregido a este respecto por Tocqueville. La negación por los bolcheviques del mercado, de la iniciativa privada y del estado de derecho ha llevado a la quiebra del socialismo ‘real’. La ética no ha quedado a salvo: los excesos del odio al empresario capitalista, la cerrazón de cara al otro, son evidentes. Lo he dicho en numerosas ocasiones a los comunistas: según mi parecer la ética del poder de Ghandi es muy superior a la de Lenin”.
Furet podría reclamar derechos de autor:
“La crítica radical de la burguesía nace, fundamentalmente, de la idea socialista, del hegelianismo de izquierda del que saldrá Marx (…). El odio hacia la burguesía no es mas que en apariencia el odio hacia el otro… el odio a uno mismo.”
Philippe Herzog fija al PCF y a los comunistas un nuevo objetivo:
“Sé que los comunistas han empezado a considerar el valor de la democracia y a defenderla. Pero queda mucho camino por andar aún para asimilar una dimensión más amplia: enriquecerse de los otros, de sus valores, de sus experiencias. Pueden intentar buscar un nuevo mensaje de alcance universal. Pero, por mi parte, no creo que sea fecundo pretender sólo una refundación comunista. Creo en la necesidad de un cruce de las diferentes aportaciones históricas, y por tanto del comunismo, en una obra plural de refundación de la democracia y de su base económica cuyas dimensiones serían: reparto y difusión de los poderes, gestión de la eficacia social, cooperación dentro de una conflictualidad abierta y constructiva. Como señala F. Furet para imaginar un futuro más allá del comunismo, tenemos la obligación de reelaborar las herencias”.
Teniendo en cuenta su lugar en el aparato del PCF P. Herzog juega el papel de punta de lanza para que el PCF continúe y redoble su energía en una acción de desarmamiento teórico de la clase obrera. Los comunistas, la clase obrera, deberían “enriquecerse de los otros”. ¿Pero quiénes pueden ser “los otros” sino la burguesía? El objetivo, pues, es que el PCF abra la vía en el interior del movimiento obrero a la asociación capital-trabajo. La preparación del XXIX congreso del PCF, que debe celebrarse a finales de año, muestra que los consejos de Herzog han sido escuchados (CPS volverá sobre el tema). Las diferentes fracciones salidas del ex-aparato estalinista se han convertido hoy en punta de lanza de una nueva ofensiva generalizada contra el marxismo.
EL CONGRESO “MARX INTERNACIONAL”
La prensa ha saludado como un acontecimiento el congreso Marx internacional que se ha realizado bajo la iniciativa de la revista Actuel Marx dirigida por Jacques Bidet y Jacques Texier. Su programación ha sido presidida por un comité constituido por las diez revistas siguientes: Alternative économique, Raison Présente, La Pensée, Futur Antérieur, Nouvelles questions féministes, L’Homme et la société, Critique communiste, Écologie politique, Revue M, Politis la revue. Un centenar de revistas e instituciones académicas le han aportado su apoyo. Entre ellas se encuentra: Actuel Marx Argentine, Actuel Marx Brésil; numerosas revistas de Europa accidental: Cahiers d’histoire IRM Paris, Les temps modernes Paris, L’association des amis de Louis Althusser, les cahiers Léon Trotsky, Grenoble; instituciones y revistas de Atenas, Roma, Milán, Florencia, Barcelona, Madrid, Lisboa, Bruselas, Londres, Frankfurt, Bremen…; instituciones y revistas de Europa del Este y de la ex URSS, de América latina, de Asia (Tokio, Seúl, una delegación vietnamita).
La revista Sciences humaines nº 63, de julio de 1996, publica un dossier titulado Le destin du marxisme. Veamos la presentación que hace de algunas de las principales revistas francesas:
“Actuel Marx’: creada en 1987 por J. Bidet y J. Texier, propone proceder a una relectura crítica del marxismo. Los filósofos Etienne Balibar, Geoges Labica, Mickaël Löwy (…) figuran en su comité de redacción.
‘Futur Antérieur’: revista bimensual publicada por las ediciones Harmattan. Dirección J. Marie Vincent (París VIII).
‘La pensée’: decana de las revistas marxistas, fue fundada en 1939 por el Institu de Recherche Marxiste (convertido en ‘Espace Marx’ en 1995).
‘Revue M’: M por ‘Mensuel, marxiste, mouvement’; creada en 1986, cuenta con la colaboración de profesores de París VIII (Michèlle Riot-Sarcey, Denis Berger), de ex comunistas (el antiguo ministro Anicet Le Ports), del historiador Gilles Pérault, del ecologista Alain Lipiet”.
Se trata fundamentalmente de intelectuales ligados al aparato estalinista del PCF o salidos de él. En otro artículo de la misma revista (encabezado: Intellectuels: les chemins de la reconversion) podemos leer:
“La crisis de los partidos comunistas nos obliga a replantearnos los postulados fundadores de la doctrina marxista (…) los pensadores y corrientes influenciados por el marxismo han divergido en cuanto a la actitud a adoptar. En Europa continental unos han emprendido un inventario del marxismo procediendo a una relectura crítica de la obra de Marx, otros han levantado acta de la obsolescencia del marxismo observando nuevos horizontes intelectuales. Ironía de la historia, actualmente es en los países anglosajones, tradicionalmente refractarios al pensamiento marxista, donde se observa una renovación del pensamiento marxista.
El marxismo de inventario es en Francia esencialmente el que hace la revista Actuel Marx (..), reúne a intelectuales que al igual que G. Labica, E. Balibar, Y. Quinion. O. L. Sée, han pertenecido, o pertenecen aún, al PCF pero que pretenden realizar una reflexión independiente, libre de toda carga partidista”.
Dejemos que sea Actuel Marx quien precise sus objetivos y de qué “independencia” se trata:
“Las sociedades llamadas ‘comunistas’ se hunden. Las organizaciones de referencia marxista están en crisis y al mismo tiempo al margen de toda ortodoxia se desarrolla especialmente en los grandes países desarrollados una importante producción intelectual que renueva las tradiciones marxistas y las confrontan con otros componentes mayores de la cultura contemporánea.
Actuel Marx se propone, desde su fundación en 1987, ser un laboratorio de estas nuevas reelaboraciones (subrayado nuestro). Su objetivo es el de abrirse a la constitución de una verdadera comunidad científica. Revista internacional dedicada a la recepción y discusión de cuestiones teóricas fundamentales y de problemáticas nuevas, se dirige a un amplio público de disciplinas diversas: filosofía, historia, economía, derecho, ciencias sociales.
Actuel Marx ofrece cada año dos números, en realidad dos verdaderos libros con un tema propio cada uno de ellos, así como firmas regulares que cubren lo esencial de la literatura marxista mundial.
Actuel Marx se inscribe en el contexto del centro de filosofía política, económica y social en el Centre National de la Recherce Scientifique (CNRS) adcrito a la universidad de París”.
Estas líneas precisan de algunas aclaraciones:
a) Hay que destacar el lugar central del PCF (y de los PCs en general) y de los hombres y organismos que han surgido de la actividad emprendida por Actuel Marx desde 1987. Bajo una cobertura “científica” esta revista se fija el objetivo de centralizar y federar cualquier investigación o estudio sobre el “marxismo”. Bajo un aspecto reemplaza el papel jugado en otros tiempos por la internacional estalinista cuando los PCs se alineaban en defensa de los intereses de la burocracia del Kremlin. En la actualidad esta “renovación de las tradiciones marxistas” se afirma como una supeditación abierta a la ideología burguesa que es “el componente más importante de la cultura contemporánea”. De hecho el aparato de estado de la burguesía, a través de la universidad y de los centros de investigación se ocupa del combate contra el marxismo con la excusa de actualizarlo; la universidad suministra la cobertura científica y los medios financieros.
b) La adhesión a esta empresa de Crítica comunista (revista oficial de la LCR) de Daniel Bensaïd (miembro de la dirección de la LCR) que multiplica las “comunicaciones” a Actuel Marx y las intervenciones en los coloquios o foros del PCF se hace en nombre de la IV Internacional. El revisionismo pablista, del que salió la LCR, está en el origen de la destrucción de la IV Internacional. Pero hoy en día este aval no es inocente: busca asimilar el combate llevado por Trotsky y la IV Internacional a esta ofensiva generalizada contra el marxismo. La participación oficial en el congreso de Pierre Broué, la Contribution au débat sur le cours du capitalisme à la fin du Xxème. Siècle aportada por Marc Chesnais refuerzan esta empresa. Conviene intentar destruir lo que queda del combate llevado en defensa del marxismo por la reconstrucción de la IV Internacional. El lugar que ocupan algunos en este dispositivo debe menos al mediocre valor actual de sus trabajos que a la etiqueta de trotskystas que ostentaban hasta hace bien poco.
Se trata, pues, fundamentalmente del reagrupamiento de la “comunidad científica” de los intelectuales al servicio de la ideología burguesa: CPS publicará ulteriormente un estudio preciso de determinados artículos u obras mostrando que “el laboratorio de estas nuevas reelaboraciones” se sitúa en el marco de un combate abierto por la destrucción del marxismo y el desarmamiento de la clase obrera.
LOS FALSIFICADORES
Se impone una aclaración. Todos estos “acercamientos” al marxismo reposan sobre falsificaciones: el “marxismo-leninismo” es una. Fueron los estalinistas os que tras la muerte de Lenin, y para mejor falsificar a Marx (y a Lenin), utilizaron esta caracterización y especialmente a fin de desarrollar la “teoría” de “la construcción del socialismo en un solo país”. Los marxistas, en aquella ocasión Trotsky, han combatido esta teoría y emitido el pronóstico histórico correcto. A propósito del “proyecto de programa de la IC”, escribía en 1928:
“el peligro político de la nueva teoría reside en la comparación errónea establecida entre las dos palancas del socialismo mundial: nuestras realizaciones económicas y la revolución proletaria mundial. Sin la victoria de esta última no construiremos el socialismo. Los obreros de Europa y del mundo entero deben comprender claramente esto. La construcción económica tiene una importancia enorme. Si la dirección se equivoca, la directura del proletariado se debilita; su caída sería un golpe tal para revolución internacional que ésta no se repondría durante una larga serie de años. Pero la decisión del proceso histórico entre el mundo del socialismo y el mundo del capitalismo depende de la segunda palanca, es decir, de la revolución proletaria mundial. La importancia gigantesca de la Unión Soviética proviene de que es la base de apoyo de la revolución mundial, y no de su capacidad para construir el socialismo independientemente de la revolución mundial”.
(Trotsky, Obras tomo I - La Internacional Comunista después de Lenin, Akal editor 1977, pp. 143-144).
La afirmación: el socialismo, y a mayor abundamiento el comunismo, se realizó en la URSS y en los otros países en los que el capital fue expropiado es una falsificación. En el prefacio francés a su libro “La revolución permanente” el marxista Trotsky explicaba:
“El marxismo parte del concepto de la economía mundial, no como una amalgama de partículas nacionales, sino como una potente realidad con vida propia, creada por la división internacional del trabajo y el mercado mundial, que impera en los tiempos que corremos sobre los mercados nacionales.
Las fuerzas productivas de la sociedad capitalista rebasan desde hace mucho tiempo las fronteras nacionales. La guerra imperialista fue una de las manifestaciones de este hecho. La sociedad socialista ha de representar ya de por si, desde el punto de vista de la técnica de la producción, una etapa de progreso respecto al capitalismo. Proponerse por fin la edificación de una sociedad socialista nacional y cerrada, equivaldría, a pesar de todos los éxitos temporales, a retrotraer las fuerzas productivas deteniendo incluso la marcha del capitalismo.”
(León Trotsky, Obras escogidas tomo I, Edit. Fundamentos, 1976, pp.91-92)
Otra falsificación: la voluntad revolucionaria de Stalin, la burocracia estalinista y sus agentes. Sóllo los marxistas, y una vez más Trotsky, han establecido el porqué y el cómo el estado obrero de la URSS degeneró, como se formó una burocracia parasitaria y contrarrevolucionaria y el papel que ésta jugó. Sólo los marxistas han puesto de relieve y han combatido la acción contrarrevolucionaria de la burocracia del Kremlin.
La burocracia del Kremlin y su aparato internacional alcanzaron su máxima pujanza a finales y recién concluida la segunda guerra mundial. En estrecha colaboración con el imperialismo dividieron Europa en dos zonas de influencia, y Alemania en cuatro de ocupación, a fin de contener y hacer retroceder la oleada revolucionaria producto de la guerra y del hundimiento del imperialismo alemán y, en el caso de Alemania, para paralizar y aplastar al proletariado alemán. Los que condenan el marxismo pasan todo esto a beneficio de inventario.
Han sido los marxistas (Trotsky) los que han establecido que, en el caso en el que una revolución política no derribara en la URSS a la burocracia contrarrevolucionaria y el capital no fuera expropiado por el proletariado en los países imperialistas dominantes de Europa, la burocracia restauraría el capitalismo.
“Sin embargo, admitamos que ni el partido revolucionario ni el contrarrevolucionario se adueñen del poder. La burocracia continúa a la cabeza del Estado. La evolución de las relaciones sociales no cesa. Es evidente que no puede pensarse que la burocracia abdicará en favor de la igualdad socialista. Ya desde ahora se ha visto obligada, a pesar de los inconvenientes que esto presenta, a restablecer los grados y las condecoraciones; en el futuro, será inevitable que busque apoyo en las relaciones de propiedad”.
(León Trotsky, La revolución traicionada, Edit. Fontamara, 1977 p. 239)
Con otras palabras, la burocracia del Kremlin es en última instancia el factor restauracionista decisivo en la URSS, lo que no impidió a Trotsky apreciar justamente, en 1940, que el Kremlin debería expropiar el capital en los países que como consecuencia del pacto germano-ruso de 1939, el ejército de la URSS ocupaba en la parte este de Europa. Pero señalaba, al mismo tiempo, el contenido contrarrevolucionario a escala de Europa y del mundo de la política del Kremlin. En un texto titulado “Nuevamente y una vez más sobre la naturaleza de la URSS” Trotsky escribía:
“La ocupación de Polonia oriental por el Ejército Rojo es, por supuesto, un “mal menor” en comparación con la ocupación del mismo territorio por las tropas nazis. Pero este mal menor se obtuvo porque se aseguró a Hitler la conquista de un mal mayor”.
(León Trotsky, En defensa del marxismo, Edit. Fontamara 1977, p. 50)
Al final de la segunda guerra mundial el ejército de la burocracia del Kremlin ocupó, de acuerdo con las potencias imperialistas victoriosas, toda la parte este de Europa. Alemania fue repartida en cuatro zonas de ocupación. Para las potencias imperialistas victoriosas en aquel tiempo lo importante era contener y después hacer retroceder la oleada revolucionaria que ascendía en Europa y particularmente aplastar políticamente al proletariado alemán, evitando que se produjera en Alemania, como al final de la Primera guerra mundial, una revolución proletaria. Tal fue el principal papel de la ocupación por el ejército del Kremlin de la parte este de Europa y de Alemania.
La burocracia del Kremlin decidió expropiar el capital, según sus propios métodos y medios, en los países que ella controlaba sólo cuando se vio enfrentada, por una parte, a la incipiente “guerra fria” declarada por las potencias imperialistas bajo la batuta del imperialismo USA, y, por otra, a la incompatibilidad entre la economía planificada de la URSS (sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción) y el mantenimiento de la economía capitalista en aquellos países que controlaba. E hizo todo esto con unas condiciones y bajo una línea (la susodicha “construcción del socialismo en un solo pais”) que al final no podía más que concluir con… la restauración capitalista. Esto sólo los marxistas lo han analizado y previsto, combatiendo por la revolución proletaria en el este y en el oeste (revolución social y revolución política). Los marxistas son aquellos que han sido y continúan siendo fieles al programa y a las posiciones elaboradas por Trotsky concentradas en el programa de la IV Internacional que Trotsky fundó.
A fin de cuentas la burocracia del Kremlin y sus satélites han estallado bajo las presiones contradictorias del imperialismo y del proletariado. Cada una de sus fracciones se ha revelado como “restauracionista”. El imperialismo, y de forma notoria el estadounidense, ha ejercido una enorme presión sobre la URSS y los países de la parte este de Europa en el curso de la “guerra fría” , aislando su economía del mercado mundial y de la división internacional del trabajo, mediante la carrera de armamentos (sobre todo desde que Reagan accedió al poder en 1981). Todo ello ha multiplicado las desastrosas consecuencias de la gestión por las burocracias de la economía planificada sobre la basa de la propiedad estatal de los medios de producción, en función de sus intereses y de la defensa y el acrecentamiento de sus privilegios, sobre la base de la pretendida “construcción del socialismo en un solo país”.
DEFENDER EL MARXISMO
DEFENDER EL MATERIALISMO DIALECTICO (2)
(CPS 64, 16 de septiembre de 1996)
LA REINTRODUCCION DEL CAPITALISMO EN LA EX URSS EXIGE INTENTAR DESTRUIR EL MARXISMO.
La caída del muro de Berlín en 1989 es el final de un largo proceso de una cadena de explosiones revolucionarias cuyo punto de salida fue el movimiento revolucionario de Berlín este en 1953. Este combate del proletariado de Europa del este combinado con el movimiento de masas en la misma URSS fue un potente factor de dislocación de la burocracia del Kremlin. El conjunto de este proceso puso a la orden del día la revolución política. Esto significa que sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción, del monopolio del comercio exterior, el proletariado tenía la posibilidad de orientar su combate hacia la liquidación de la burocracia parasitaria, hacia la restauración de la democracia de los Soviets, hacia la instauración de su dictadura o la restauración (URSS).
En ausencia de partido obrero revolucionario, la movilización de masas no ha podido desembocar en la revolución política. La destrucción de la IV Internacional, la liquidación de toda posibilidad de combate para reconstruirla ha sido un factor determinante. La presión del imperialismo se ha ejercido potentemente. En ninguna parte el proletariado ha tenido la posibilidad de plantear su candidatura al poder y combatir para instaurar este poder político. En dichas condiciones, la dislocación de la burocracia del Kremlin ha llevado a la dislocación de la URSS, del estado obrero degenerado salido de la Revolución de Octubre de 1917. En las repúblicas de la ex-URSS las fracciones de la burocracia del Kremlin han emprendido la liquidación de la propiedad estatal de los medios de producción, del monopolio del comercio exterior y han dirigido la restauración del capitalismo.
Si bien la restauración del capitalismo está muy avanzada en la ex-URSS el orden burgués, los estados burgueses, no pueden ser verdaderamente restaurados y estabilizados más que enfrentando al proletariado. Esta restauración del capitalismo en la ex-URSS, en el este de Europa (como en China) implica, tal y como lo explicaba Trotsky, “un descenso catastrófico de la economía y de la cultura”. Por otra parte, según las estimaciones del BIRD, el PIB del la CEI alcanzará con dificultad en la actualidad el 48% del de 1989; la esperanza de vida ha retrocedido.
Sin embargo los principales ataques se aplazaron para después de las elecciones presidenciales en Rusia de junio de 1996. Los desarrollos políticos que han tenido lugar desde 1989 han mostrado que los proletariados de la parte este de Europa y de la URSS han sido cortados de su propia historia. El proletariado ruso ha sido cortado de la Revolución de Octubre de 1917: la burocracia estalinista exterminó a capas enteras de proletarios afirmando que ella era la heredera y la continuadora de la Revolución de Octubre. Para el proletariado de la Europa occidental la dislocación de la URSS sin que la revolución política haya estallado es un considerable factor de desconcierto. Por primera vez desde hace casi 80 años, la clase obrera se ve despojada del formidable apoyo que representaba Octubre de 1917; expropiación del capital, destrucción del Estado burgués, construcción de un Estado obrero: tal era la perspectiva sobre la cual era posible combatir.
Hoy en día, la ofensiva generalizada que los imperialismos europeos ya han desencadenada contra los proletariados de la Europa occidental y que se ven obligados a acentuar considerablemente, la ofensiva que el gobierno de Yeltsin salido de las elecciones de junio de 1996 debe lanzar, bajo la presión del imperialismo estadounidense, contra el proletariado ruso ponen a la orden del día enormes enfrentamientos de clase. A través de estos enfrentamientos los proletariados de Europa, el proletariado unificado de Alemania, el proletariado ruso, buscarán la forma de abrirse una salida política a través de estos enfrentamientos volviendo a enlazar con su propia historia. Tanto el imperialismo como sus aparatos a sueldo tienen una clara consciencia (el encarnecido combate para impedir la simple llegada al poder de un gobierno del SPD lo muestra). Los ataques actuales contra el marxismo se inscriben en el intento de impedir esa maduración política, lo que requiere intentar desposeer al proletariado del arma teórica y política del marxismo del marxismo.
Las diferentes fracciones salidas del aparato estalinista juegan un papel central en esta empresa. Teniendo en cuenta la historia del movimiento obrero francés, el PCF y las diferentes fracciones que de él han salido tienen una tarea particular que cumplir: la decisión de hacer aparecer desde 1987 la revista Actuel Marx no es producto del azar ni la simple preparación de una conmemoración. Fue en 1987 cuando Gorbachov hizo votar una ley esencial cuestionando la propiedad estatal de los medios de producción.
¿QUE ES EL MARXISMO?
LA LUCHA DE CLASES ES EL MOTOR DE LA HISTORIA
El análisis de la historia de la lucha de clases y de sus causas, la utilización de lo que Lenin llamó “las tres fuentes del marxismo” (la filosofía alemana, la economía política inglesa, el socialismo francés) radicalmente refundidas en el fuego de la lucha de clases del proletariado ascendente, permitieron a Marx y a Engels elaborar la “ciencia”, la teoría que necesita el proletariado para emanciparse. No fue por azar que entre 1845 y 1847, en vísperas de la Revolución europea de 1848, elaborasen la concepción materialista de la historia.
“La historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”. Esta tesis afirmada al principio del Manifiesto del Partido Comunista, redactado en 1847 como programa de la Liga de los Comunistas, constituye la más importante conclusión de la concepción del materialismo histórico. El motor de la historia es la lucha de clases, la lucha por los intereses materiales. Karl Marx precisa por otra parte en 1852 en una carta a Weydemeyer:
“… por lo que a mí se refiere, no es a mí a quien corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, como tampoco la lucha que libran entre sí en esa sociedad… Lo que yo he aportado de nuevo es: 1º, demostrar que la EXISTENCIA DE LAS CLASES no está vinculada más que a FASES HISTORICAS DETERMINADAS DEL DESARROLLO DE LA PRODUCCION; 2º, que la lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado; 3º, que esa misma dictadura no representa más que una transición hacia LA ABOLICION DE TODAS LAS CLASES y hacia una SOCIEDAD SIN CLASES. [Marx/Engels, Cartas sobre El Capital, Edit. Laia, 1974 p.50] La condición vital de toda sociedad basada en el antagonismo de clases es la existencia de una clase oprimida (…) La condición para la liberación de la clase trabajadora es la abolición de las clases al igual que la condición para la liberación del tercer estado, del estamento burgués, fue la abolición de todos los estados y estamentos (…) Entretanto, el antagonismo entre el proletariado y la burguesía es una lucha de clases contra clases, lucha que, llevada a su máxima expresión, es una revolución total (…) Hasta en las vísperas de cada transformación general de la sociedad, el último grito de la ciencia social siempre será: ‘el combate o la muerte, la lucha sanguinaria o la nada, así se plantea invenciblememente la cuestión’ (cita de George Sand)”.
(Marx/Engels, op. cit., traducimos del francés la segunda parte de la cita al carecer de versión castellana publicada)
El materialismo histórico ha estado sujeto a virulentos ataques por parte de la burguesía. Cuando Furet explica que el odio al capitalista es el odio al otro expresa la necesidad que tiene la burguesía de impedir a la clase obrera el combate por la destrucción del modo de producción y de explotación capitalista. Para ello precisa impedir que la clase obrera se constituya en clase independiente, es decir en “partido político distinto, opuesto a todas las antiguas formaciones de partidos de las clases poseedoras”.
En el interior del movimiento obrero los revisionistas de toda calaña son partidarios de la colaboración y reconciliación entre las clases (verbi gratia: política de la “unión sagrada” de la socialdemocracia en 1914; política de Frentes Populares en los años 30…). Hoy en día, en respuesta a las exigencias de la burguesía, el PS, el PCF , predican la cogestión como media de mantener a la clase obrera bajo la dominación económica y política de la burguesía. Este es el sentido de la nueva definición del nombre “comunista” presentado por el PCF en su 28 congreso:
“Desde su aparición esta palabra ha sido amalgamada a un colectivismo nivelador (sic) (…)¡En nuestro país tiene una larga tradición! (…) el comunismo es una tendencia de nuestro pueblo por la libertad y la igualdad (…). En el siglo XIX, los fundadores del marxismo la han ligado al proletariado, a la clase obrera (…). Más de un siglo después las cosas han cambiado, la clase obrera se ha transformado, diversificado, ampliado (…). Liberar la sociedad de la dominación capitalista no implica privilegiar los intereses de una clase particular (…).
Para nosotros el término comunista significa: (…) la autogestión y nuevas relaciones entre ciudadanos y política, estado y sociedad… “
En el marco de la preparación de su 29 congreso, el PCF se orienta abiertamente en la vía de la cogestión. Y D. Bensaïd, que tiene bien aprendida su lección, repite que la lucha de clases no es (¡el único!) motor de la historia:
“Los conflictos que surgen de las relaciones sociales no son reductibles únicamente a relaciones entre clases. Se dan contradicciones entre los sexos, entre el ser humano y la naturaleza, entre naciones ricas y dominadas, etc… En lo que concierne al proletariado, es posible que nos encontremos ante un problema de vocabulario por lo ligado que está el término a estereotipos”.
(entrevista con Futurs communisme autrement, mayo de 1996)
Una vez más Bensaïd falsifica: no se trata de enumerar los diferentes tipos de conflictos que existen en la sociedad. La cuestión es saber cual es el motor de la historia. Las contradicciones fundamentales de las que parten los otros “conflictos” son los antagonismos de clase: la lucha de clases es el motor de la historia.
ABOLIR EL MODO DE PRODUCCION CAPITALISTA O “SUPERARLO”
Si los “neomarxistas”, “marxiologos” y “marxianos” se complacen en tomar prestados tal o cual concepto de K. Marx no es sino para rechazar su aspecto fundamental, al que lleva todo el análisis de Marx:
“El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.”
(K. Marx, El Capital, tomo I edit. Fondo de Cultura Económica, 1972 pp. 648 y 649)
“Lo que distingue al comunismo no es la supresión de la propiedad en general, sino la abolición de la propiedad burguesa.
Pero la propiedad privada burguesa moderna es la expresión última y más perfeccionada de la producción y apropiación de los productos, la cual se basa en los antagonismo de clase, en la explotación de los unos por los otros.
En este sentido, los comunistas pueden resumir su teoría en la expresión “abolición de la propiedad privada”.
(K. Marx, El Manifiesto Comunista, OME Obras Marx-Engels-9, edit. Grijalbo, l978 pp 150)
La defensa de la “propiedad burguesa”, de la propiedad privada de los medios de producción es el leiv-motiv de los revisionistas de todos los tiempos. El PCF coloca “la exigencia de democracia”, “las libertades burguesas” “en el corazón de todas las encrucijadas contemporáneas”. Durante mucho tiempo el PCF ha pensado “que la sociedad no podía liberarse del capitalismo mas que por medio de la dictadura del proletariado y de la estatalización de la economía (…). Pero la experiencia de la URSS muestra que no basta con abolir el capitalismo para superarlo. Querer construir una sociedad que le sea superior, no significa hacer tabla rasa de la sociedad existente para edificar otra completamente nueva de pies a cabeza (…).” (28 congreso del PCF)
En contacto con los intelectuales del PCF, D. Bensaïd convierte a Marx en un osado “contrabandista de lo posible” (echa mano del titulo de una obra de Michel Vadée). Afirma en la introducción de su libro Marx l’intempestif que “fidelidad crítica no es piedad conservadora”. Entre las numerosas “lecturas posibles” de K. Marx, afirma haber escogido su camino y compañía: la de Walter Benjamin y Antonio Gramsci. ¿Cual es la interpretación de Marx que hace D. Bensaïd?
“¿Una tentación determinista en el pensamiento de Marx?.
Estamos tentados de responder que ‘sí’ cuando habla de ‘leyes científicas’. Pero al mismo tiempo se autocorrige.
El objeto de su crítica -el capitalismo- no funciona como un reloj mecánico. “La teoría de Marx desemboca en lo posible, lo deseable: no se cierra en un sistema de predicciones. Tratandose del mercado, hoy en día es el discurso del liberalismo el que es determinista. Me atreveria a decir: tan necesaria es la planificación como posible el mercado”. Lo que le lleva a considerar ‘que el término superación del capitalismo es indudablemente más apropiado que el de abolición’ (L’Humanite, 17 de mayo de 1996)
No es Marx quien se “corrige”; es D. Bensaïd quien reduce la concepción materialista de la historia al concepto mecanicista del determinismo a fin de negar el carácter ineluctable de la revolución proletaria que se deduce de todo el análisis hecho por Marx sobre el funcionamiento del sistema capitalista. Las “interpretaciones” del marxismo de D. Bensaïd completan las de sus acólitos salidos del aparato estalinista contrarrevolucionario y participa de la empresa de destrucción del marxismo. La “posible superación del capitalismo”, que se ha convertido en un leiv-motif del PCF, ha sido retomada por D. Bensaïd. Es de hecho la defensa de la propiedad privada burguesa y de la libertad de empresa. ¡Y todo ello en nombre de K. Marx!
¿DICTADURA DEL PROLETARIADO O DEMOCRACIA BURGUESA?
Muchos de los que pretenden referirse a K. Marx no dudan en utilizar el hecho de que no escribiera la parte de El Capital que pretendía consagrar al Estado para afirmar que sus posiciones a este respecto son vagas o se prestan a diferentes interpretaciones. En realidad, pero, desde 1852, Marx y Engels afirmaron que el proletariado debe destruir la máquina del estado burgués por cuanto es el instrumento de su explotación.
La experiencia de la Comuna permitió precisar a Marx:
“… verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático militar, como venía sucediendo hasta ahora sino demolerla (subrayado por Marx; en el original: zerbrechen), y ésta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente.”
(Citado por Lenin en El estado y la revolución, Obras Escogidas tomo II, Edit. Progreso, 1970 pp.322 - 323)
El proletariado debe constituirse en clase dominante. Para ello se servirá:
“… su hegemonía política para despojar paulatinamente a la burguesía de todo su capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del estado, es decir del proletariado organizado como clase dominante…” ( Karl Marx, Manifiesto Comunista, OME-9 Obras de Marx-Engels, Edit. Grijalbo, 1978 pág. 156) “La lucha de clases lleva necesariamente a la dictadura del proletariado” (Carta a Weydmeyer, 1852)
Las fracciones que han salido del aparato estalinista intentan hoy hacer creer que la “dictadura del proletariado” fue una invención de Lenin y de los bolcheviques, que conduce a los “horrores del estalinismo”, y que se opone al pensamiento de K. Marx. Pero las precisiones que aportó Lenin están en total armonía con la teoría de Marx. Y así, en El estado y la revolución (agosto-septiembre de 1917), Lenin escribe a propósito de la carta de Marx a Weydemeyer (1852) que citamos más arriba:
“Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. Así se dice y se escribe muy frecuentemente. Pero no es exacto (…) Porque la teoría de la lucha de clases no fue creada por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y es, en términos generales, aceptable para la burguesía. Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista (…) circunscribir el marxismo a la teoría de la lucha de clases es limitar el marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo que la burguesía pude aceptar. Marxista sólo es el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar la comprensión y el reconocimiento real del marxismo.”
(Lenin, El estado y revolución, Obras Escogidas, Tomo II, Edit. Progreso 1970, p. 720)
Para K. Marx no existe la democracia en general. Es partidario de la supresión del parlamentarismo burgués por el proletariado. La democracia burguesa no es más que decidir cada tres o seis años qué miembros de la clase dirigente “representarán y pisotearán al pueblo en el Parlamento…” La dictadura del proletariado es la democracia obrera, la que Lenin describió así:
“Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, o sea, exclusión de la democracia para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la transición del capitalismo al comunismo.”
(Lenin, op.cit. p. 363)
Las numerosas declaraciones de Marx (conclusiones de Miseria de la filosofía, del Manifiesto, de la Crítica del programa de Gotha y de Erfurt), proclaman con orgullo, abiertamente, que es ineluctable una revolución para que el estado burgués ceda lugar al estado proletario (la dictadura del proletariado). Para los “relectores de Marx” esto es absolutamente intolerable. L’Humanité informaba sobre el debate sostenido en la Mutualité:
“no se puede cortocircuitar la historia del siglo XX, que obliga a leer a Marx de otra manera”. Lucien Sève explicaba en la tribuna: “Durante mucho tiempo he estado preso de la idea -en el fondo una especie de ‘atentismo’- de que nada cambiaría sin la toma del poder político por la clase obrera”. Debate. Mientras que D. Bensaïd se interrogaba sobre el “doble aspecto de la revolución: acto de ruptura y proceso de transformación” (…) Jacques Bidet ponía el acento sobre la “rehabilitación de Marx como pensador democrático”.
No es preciso señalar que para J. Bidet se trata de la democracia burguesa:
“Marx es el más grande demócrata de su siglo pero, sin que le alcance responsabilidad alguna por el estalinismo, es preciso reconocer que cometió algunos errores teóricos. Mas no hay otra teoríaque pueda reemplazar la suya y es de ella de la que hay que partir, mas fundamentalmente corregida y transformada”.
Defender el orden burgués y su estado, combatir contra la toma del poder por la clase obrera, contra la democracia obrera (la dictadura del proletariado) contra la constitución de la clase obrera en clase para sí (la construcción del partido obrero revolucionario) tales son los fundamentos de la estafa que suponen las “relecturas” de Marx. Relecturas alineadas sobre los actuales objetivos del PCF (tal como aparecen, por ejemplo, en la preparación del 29º congreso) y que le proporcionan material “científico” para sus “revisiones” teóricas. El Comité nacional del PCF afirma, por ejemplo, que el partido no puede “privilegiar los intereses de una clase particular”, que son necesarias “transformaciones” para “superar las contradicciones de clases y progresar”; y contra los que evocan la necesidad de abordar la cuestión de la propiedad colectiva de los grandes medios de producción e intercambio, el Comité nacional propone reflexionar en una perspectiva nueva sobre las relaciones entre poderes, gestión y formas de propiedad a fin de evitar estatalismo y colectivismo.
Esto sucede a casi 65 años de la sumisión del PCF a la burocracia del Kremlin (tal como sucedió con los demás PCs) y su conversión en un partido contrarrevolucionario. Pero el mantenimiento de la propiedad estatal de los medios de producción surgida de la Revolución de Octubre de 1917 (a pesar de la degeneración del Estado obrero) le obligaba a referirse al menos de palabra a la perspectiva del socialismo. Hoy en día se compromete en un combate abierto contra la expropiación del capital, contra el Estado obrero, la economía planificada, la propiedad estatal; hoy combate públicamente contra el socialismo.
La reflexión “independiente de los intelectuales que pertenecieron o pertenecen aún al PCF” proporciona un barniz científico a esta ofensiva de liquidación del marxismo. Las referencias trucadas a Marx y Engels el núcleo de esta operación de desarme de la clase obrera. En esta empresa se empeñan intelectuales pequeñoburgueses fraudulentamente calificados de trotskystas: quienes, claro, son recibidos con los brazos abiertos. D. Bensaïd tiene el honor de concluir “el intercambio de puntos de vista entre cuatro intelectuales” a propósito del “comunismo” (o mejor de lo que queda de él) publicado por Futurs-communisme autrement:
“A pesar de historias y tradiciones diferentes, tenemos bastantes puntos en común para comprendernos y avanzar. Más allá del debate general, sería preciso para ello discutir detalladamente sobre las grandes cuestiones actuales: como la jornada laboral y el empleo, universalización y democratización, mundialización y Europa, relaciones hombres/mujeres. Y sobre todo iluminar esta reflexión con una práctica común tan a menudo como sea posible”.
DEFENSA DEL MATERIALISMO DIALECTICO
Al igual que el “marxismo de inventario”, el “marxismo analítico” se califica fraudulentamente de marxismo. Veamos la presentación que hace la revista Sciences humaines:
“El marxismo analítico designa una corriente de pensamiento nacida a finales de los años 80 en los países anglosajones. Su intención es aplicar a la teoría de Marx las críticas de la filosofía analítica (…) Para J. Elster, uno de los portavoces del marxismo analítico, esto significa desprenderse de explicaciones funcionalistas (el estado es un instrumento al servicio de una clase dominante) que reclaman una lógica dialéctica (la contradicción entre relaciones de producción y fuerzas de producción es el motor de la historia), o a conceptos colectivistas (las clases concebidas como actores homogéneos y conscientes). Para Eltser, sólo el método del individualismo metodológico (que parte de los individuos y de su lógica de acción) está en condiciones de explicar los hechos sociales”.
Ahora bien,el método de Marx rechaza la opción analítica que separa los términos. Todo su pensamiento en El Capital (y sus demás obras) descarta esta opción que separa los elementos de un todo complejo para analizarlos uno a uno. K. Marx se apoyó en la dialéctica hegeliana que hace de la contradicción y su superación la ley del movimiento, del cambio y de la realidad. Pero igualmente hizo una despiadada crítica del idealismo hegeliano, del lado “místico de su dialéctica”:
“Mi método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antitesis de él. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mi, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre.
(…)
La dialéctica mistificada llego a ponerse de moda en Alemania, porque parecía transfigurar lo existente. Reducida a su forma racional, provoca la cólera y es el azote de la burguesía y de sus portavoces doctrinarios, porque en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque, crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada.”
(K. Marx, El Capital, tomo I edit. Fondo de Cultura Económica, 1972 pp. 23 y 24.)
Lo que tienen en común los F. Furet, H. Ardent, J. Bidet, E. Balibar, L. Sève, P. Herzog, D. Bensaïd, etc… es ser adversarios conscientes del materialismo dialéctico pues en la concepción del mundo marxista, la “necesaria destrucción” de la burguesía se desgaja de la misma realidad objetiva (la contradicción entre la socialización de la producción y la apropiación privada de los medios de producción). Para prolongar la vida de la vieja sociedad, de la burguesía, se hace necesario intentar desarmar teórica y políticamente al proletariado.
Para su total cumplimiento, esta tarea debe ser acometida desde las propias filas obreras. En ausencia de Partido Obrero Revolucionaria, la clase obrera utiliza sus viejas organizaciones para unirse como clase contra la burguesía e intentar ofrecerse una salida política. Impedir a la clase obrera toda expresión política propia levantando combinaciones políticas para disolver los partidos obrero-burgueses en formaciones burguesas tipo OLIVO (Italia), esa es la orientación actual del PS y del PCF. Y les es preciso además acompañar este desarme político con una ofensiva contra la teoría que le es indispensable al proletariado, el marxismo. De ahí la alianza de los intelectuales salidos del PCF (con la etiqueta de marxistas) con los teóricos tradicionales de la burguesía en el marco de la Universidad burguesa.
Porque “el marxismo es la teoría del movimiento liberador del proletariado” (Lenin), los militantes obreros que siguen fieles a su clase, los proletarios conscientes y la fracción más consciente de la juventud estudiantil deben prestar gran atención a estos “relectores” del marxismo que intentan falsificarlo. Los progresos de la ciencia han proporcionado abundante material probatorio de la justeza de los análisis de Marx y Engels. Esta es la razón por la que hipócritamente hacen como sí los reconocieran, precisamente para mejor combatirlos. Reconocimiento que no solamente llega a vaciarlos de su contenido, sino incluso a intentar justificar, en nombre de Marx, las teorías más reaccionarias e impedir la emancipación del proletariado. Para tomar el poder, para construir el socialismo, el proletariado necesita un Partido Revolucionaria, una Internacional revolucionaria. Ahora bien, ambos no se pueden construir sin la teoría de la Revolución proletaria que constituye el marxismo.
Más que nunca les es indispensable a los militantes obreros revolucionarios utilizar el pensamiento, el método de Marx y Engels para hacer trizas a estos ‘relectores’ y desmontar sus elaboraciones. Frente a la ofensiva organizada y centralizada de desarme político y teórico del proletariado, la ofensiva que lleva el Comité por la Construcción del Partido Obrero Revolucionario en defensa del marxismo, del materialismo dialéctico, es indispensable a fin de que en los enfrentamientos de clases por venir pueda desarrollarse el combate por la construcción del Partido Obrero Revolucionario.
20 de agosto de 1996

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