1996. El proletariado alemán: proletariado decisivo en Europa. El imperialismo alemán: líder político

EL IMPERIALISMO ALEMÁN: LÍDER POLÍTICO
Publicado en Combattre pour le socialisme, nº 64, septiembre de 1996 bajo el título de "LE PROLÉTARIAT ALLEMAND: PROLÉTARIAT DÉCISIF EN EUROPE", páginas 10 a 19
Publicado en Germinal, 2ª época, nº 7/8, abril de 1997, páginas 27 a 37.
EL PROLETARIADO ALEMÁN: PROLETARIADO DECISIVO EN EUROPA. EL IMPERIALISMO ALEMÁN: LÍDER POLÍTICO
*Khol fuera
*El plan de austeridad del gobierno Kohl: "kohl the knife"
*"Recesión" o "estancamiento"
*Crisis generalizada del sistema capitalista
*¿Por qué combatió el SPD contra la reunificación de Alemania?
*La movilización del proletariado de toda Alemania choca contra la política de los aparatos
*Las reivindicaciones patronales
*Los sindicatos negocian la flexibilidad y la desregulación
*Del 18º Congreso de la IG-Metall al Pacto por el Empleo
*El proletariado alemán es el proletariado decisivo en Europa
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EL IMPERIALISMO ALEMAN:
‘LIDER POLITICO’
La lucha emprendida por el proletariado alemán reunificado concierne al conjunto de los proletariados de Europa. “Kohl, the Knife” (Kohl, el cuchillo), titulaba Bussiness Week para simbolizar los profundos recortes en las conquistas obreras decididos por el plan del canciller Kohl. Al tiempo presentaba así las necesidades de la burguesía: “entre los gobiernos europeos y los líderes de la economía toma cada vez más fuerza la convicción de que ha llegado la hora de adoptar medidas económicas drásticas”. El director de Siemens expresa de esta forma el lugar y el papel que debe jugar el imperialismo alemán en Europa:
“Por doquier, en Europa resuena la demanda de un verdadero líder político. Lo que es preciso ahora es imponer la aplicación de medidas impopulares”.
Combatiendo por la reunificación de Alemania, por su propia reunificación, el proletariado alemán se ha vuelto a convertir en el proletariado decisivo de Europa. El desenlace de los enfrentamientos abiertos entre el imperialismo alemán y su propio proletariado afectará al conjunto del viejo continente.
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La burocracia del Kremlin y el imperialismo se pusieron de acuerdo para instaurar el orden de Yalta y Postdam con el fin de contener la ola revolucionaria en Europa. La pieza esencial de ese dispositivo era el desmembramiento y la ocupación de Alemania. Tras haber aplastado bajo las bombas (en el marco de la “guerra total”) al proletariado alemán era preciso ahora dividirlo: la fracción del Este fue sometida a la represión de las tropas de ocupación del ejército del Kremlin, sus organizaciones obreras apenas reconstituidas fueron destruidas; la fracción occidental se mantuvo bajo la dominación de las tropas de ocupación de los imperialismos americano, inglés y francés. A partir de esas zonas de ocupación, en 1949, se constituyeron des estados alemanes.
Para someter a los intereses de la patronal a la fracción occidental de la clase obrera alemana, que a pesar de la ocupación entra en acción sobre su propio terreno de clase (ola de huelgas en el Oeste durante el invierno de 1946-47: en numerosas ciudades se lanzan consignas de control obrero, de publicar las cuentas), los imperialismos, con la ayuda de la socialdemocracia reconstituida y de los aparatos sindicales que controla, instauran la cogestión en la empresa. El Consejo de vigilancia compuesto por representantes elegidos por los asalariados y por los del capital tiene como objetivo contribuir a la “salvaguardia de las paz en las instalaciones”.
De 1947 a la caída del muro todas las relaciones sociales en la RFA se han visto encerradas en este marco (1947: acuerdo entre los jefes de empresa y los sindicatos instituyendo la cogestión en las empresas siderúrgicas de la zona de ocupación británica; 1951: ley que declara obligatoria una cogestión análoga para la industria siderúrgica y minera; 1952: ley modificada en varias ocasiones relativa a la “constitución social de las empresas”; 1976: ley ampliando la cogestión). La cogestión (Mitbestimmung) implica el consenso y la aceptación por los dirigentes sindicales de la legitimidad de los planes patronales. En 1993, frente a un congreso hostil que le reprochaba el haber cedido en la negociación, Monika Wylf Matthis, entonces presidenta del sindicato de los Servicios públicos, afirmaba: “No debemos jamás intentar anular a nuestro interlocutor. El tiene su posición legítima, tal y como nosotros tenemos la nuestra y nuestra legitimidad”. El derecho de huelga está estrictamente reglamentado. Si la RFA conoció 5 grandes huelgas de 1951 a 1957, su número se redujo después. Una comparación internacional del número de días perdidos ofrece los siguientes resultados para 1980-88: USA 11172; Italia 9499; RU 7557; RFA 666; Suiza 1. Si se relativizan las cifras respecto al número total de asalariados el palmarés es diferente: Grecia 754 jornadas perdidas cada 1000 asalariados; los USA se sitúan en mitad de la tabla con 114/1000; la RFA se encontraría en el último cuarto con 31/1000; Suiza 1/1000.
En la parte oriental de Alemania, la expropiación del capital tuvo lugar de forma contrarrevolucionaria. Como en los demás países del Este de Europa, la planificación fue organizada en orden a las necesidades esenciales de la burocracia de Kremlin y bajo su control. El ‘sindicato’ constituido por el aparato estaliniano (el FDGB) ocupaba una posición clave: su función era movilizar y estimular a las masas para llevar cabo las directivas de la burocracia. La huelga estaba prohibida.
La caída del muro de Berlín fue la conclusión de un largo proceso marcado por explosiones revolucionarias (movimiento revolucionario del Este de Alemania en 1953; revolución húngara de los Consejos en 1956; movilización el mismo año en Polonia; movimiento checoslovaco de 1968; huelga general de agosto de 1980 en Polonia). En ausencia de partido revolucionario, la reunificación de Alemania, producto de la movilización de las masas, se operó en el cuadro del estado imperialista de la RFA. Pero la reunificación del proletariado alemán trastoca el dispositivo establecido, las relaciones sociales producto de la posguerra, y ello en una situación de crisis generalizada se traduce en una severa amenaza de recesión en Alemania (y puede que a escala mundial).
Es en Europa donde el proletariado concentra aún hoy en día las conquistas económicas, sociales y políticas más importantes. Para los imperialismos europeos (y para el capitalismo internacional), la ofensiva generalizada emprendida por los estados burgueses contra sus proletariados debe doblar su intensidad. Es una necesidad imperiosa el que el imperialismo alemán se convierta en un verdadero ‘líder político’, que machaque económicamente al proletariado alemán e intente infligirle una derrota política. La situación política en Alemania se convierte así en la pieza central de los desarrollos de la lucha de clases en Europa. Es preciso reubicar en este marco la consigna “Kohl fuera” que surgió en la manifestación del 15 de junio pasado en Bonn. Conviene también poner de evidencia las fuerzas y debilidades del proletariado alemán.
“KOHL FUERA”
El 15 de junio de 1996, 350.000 personas convergen sobre Bonn: cifra que supera la propia población de una ciudad cuya elección como capital de la RFA, en 1949, se debió al hecho de mantenerse al margen de las grandes concentraciones obreras. Se trató de la mayor manifestación de la posguerra organizada por la confederación alemana de sindicatos, la DGB. 350.000 asalariados llegados en 75 trenes y 5400 autobuses especiales desfilaron contra el plan de austeridad del gobierno CDU-CSU del canciller Helmut Kohl. Toda la prensa ha puesto de manifiesto la importancia de las consignas contra Kohl, consignas que expresaban la necesidad de derrocarlo. Pero esa no es la orientación del aparato de la DGB, aunque se haya visto obligado a llamar a esta manifestación centralizada de los trabajadores de toda Alemania.
La iniciativa de la DGB fue apoyada por el SPD (el partido socialista, único partido obrero de la Alemania unificada), formaciones burguesas y pequeñoburguesas como el PDS (el ex-partido estalinista SED rebautizado, del que lo esencial de sus cuadros ha sido integrado en el aparato de estado de la República burguesa federal), las Iglesias, los Verdes. Las declaraciones del Presidente de la DGB, Dieter Schulte muestran que el aparato no contempla la posibilidad de combatir para derribar el gobierno burgués reaccionario de H. Kohl:
“El canciller Kohl no debe ser solo el canciller de la unificación, debe ser también el de la justicia social.
Pido a cada diputado del Parlamento alemán que vote no al plan de Kohl”.
Así Schulte deja entender que las masas podrían obtener satisfacción de la mayoría burguesa CDU-CSU que ha definido un programa de ataques sin precedentes contra las conquistas obreras. Aporta de esta forma su sostén al gobierno de Kohl y, dejando creer que podría hacer otra política, afirma de hecho que debe mantenerse. Lo mismo hace el SPD cuya política tiende a cegar toda perspectiva política, a impedir la constitución de un gobierno en solitario del SPD. Si Barbara Diekmann, alcalde SPD de Bonn, se vio obligada a afirmar que “aquí y ahora se celebra el Parlamento del pueblo”, frente a miles de trabajadores que corean la consigna de noviembre de 1989 “Somos el pueblo”, no recoge, como tampoco lo hacen los demás dirigentes de su partido, la consigna inscrita sobre las banderas y coreada por la muchedumbre: “Fuera Kohl!”.
La dirección de Fuerza Obrera, que en noviembre / diciembre de 1995 combatió contra la huelga general en Francia, se ve obligada a informar en el periódico FO / Hebdo que para el proletariado alemán la huelga general está a la orden del día: “Huelga general ahora’, se podía leer sobre las pancartas”. En efecto, desde hace algunas semanas, las huelgas y las manifestaciones se ha multiplicado a pesar de la estricta reglamentación del derecho de huelga y manifestación: la huelga no está autorizada más que cuando en el curso de una negociación una o las dos partes declaran rotas las negociaciones, después si la proposición de mediación es rehusada aún será preciso que la consulta que deben organizar los sindicatos recoja al menos un 75% de los votos favorables a la huelga; en su defecto, la obligación de paz se impone; ciertas manifestaciones han sido “legalmente” prohibidas pues las autoridades han juzgado que tenían “carácter político”.
En la primavera del 96, la movilización del proletariado unificado de toda Alemania puso a la orden del día la huelga general para derribar el gobierno de Kohl. Que la ÖTV llame a la huelga general de los trabajadores de los servicios públicos, que la DGB (y cada una de sus federaciones) llame a la huelga general al conjunto de los trabajadores de Alemania, contra el plan de austeridad, para derribar al gobierno de Kohl. Tal exigencia iba tomando forma desde hacía meses afirmándose particularmente el 15 de junio. Dieter Schulte era consciente de ella cuando una semana más tarde advierte al gobierno:
“Las huelgas de noviembre / diciembre en Francia no serán más que una pálida copia de lo que se prepara en Alemania si usted se obstina en no dar marcha atrás”.
Tal haciendo, no expresa sino el temor del aparato, temor compartido por la burguesía, de que el proletariado alemán reunificado consiga apartar los obstáculos políticos y se ponga en movimiento sobre su propio terreno de clase. Más aún, el diálogo con el gobierno buscaba permitir a Kohl una maniobra táctica. La multiplicación de huelgas de advertencia en los servicios públicos contra los aspectos particulares que atañen a este sector en el plan de Kohl ponía a la orden del día la huelga general de la función pública. El gobierno (por sus mediadores) ha reculado provisionalmente descartando provisionalmente la amenaza de congelación salarial y reducción de las indemnizaciones por enfermedad para los trabajadores de los servicios públicos. En vísperas de la manifestación del 15 de junio, Libération, podía escribir:
“Si se llega al acuerdo la próxima semana en la función pública, sobre la base de este arbitraje, como es previsible, la amenaza de conflicto social en Alemania parece desde ahora descartada.”
Porque se encuentran ligadas a la defensa del orden burgués, las direcciones de la DGB y el SPD han comprometido todas sus fuerzas para que la manifestación del 15 de junio no pueda abrir la vía a la huelga general de los servicios públicos, a la huelga general de todas las corporaciones de Alemania para derribar al gobierno Kohl.
EL PLAN DE AUSTERIDAD DEL GOBIERNO KOHL: “KOHL THE KNIFE”
El número 524 de L’Expansion de mayo de 1996 hacía la siguiente presentación:
“No se trata de un programa económico, sino de una verdadera refundación del Estado social alemán lo que emprende el canciller Kohl. Por su amplitud (vastísima), por su calendario (muy apretado), por los sacrificios que impone (a todos), la tentativa no tiene precedente en Europa. El objetivo ha sido anunciado a bombo y platillo y el país puesto en estado de alerta; ¡se trata ni más ni menos que de suprimir 74.000 millones de marcos de gasto público, o sea más de 250.000 millones de francos [más de 6 billones y medio de pesetas] desde 1997! Y ello en tres frentes: el presupuesto federal (-25.000 millones de marcos), el presupuesto de los Länder y los presupuestos sociales (paro, retiro, sanidad, -24.000 millones)”.
El plan tiene dos objetivos: reducir el déficit público y “descargar a las empresas que financian el grueso del sistema social a fin de disminuir el coste del trabajo”. El semanario Business Week (27 de mayo de 1996) informa del alcance:
“Los recortes presupuestarios propuestos por Kohl - el equivalente al 2% del PIB - son mucho más profundos que los efectuados por la primera ministro Margaret Thatcher (…) aunque su programa esté destinado a revitalizar la economía alemana, su objetivo más amplio se dirige a modificar el perfil de los problemas económicos en Europa”.
Tal es el rol de “verdadero jefe político” y económico en Europa asignado al imperialismo alemán. Business Week constataba que en esta carrera, el gobierno español de J.M. Aznar iba a “hacer recortes más duros en las finanzas públicas” y L’Expansion exclamaba: “Francia contra la pared (el plan de economías del gobierno Juppé es 6 veces inferior al de Kohl)”.
Las medidas que contiene el plan de Kohl muestran la amplitud del ataque lanzado contra la clase obrera alemana:
 congelación durante dos años de los salarios en los servicios públicos.
 reducción de 10% a 80% de las indemnizaciones salariales por enfermedad.
 disminución del reembolso de ciertos cuidados,
 elevación progresiva de la edad de jubilación a los 65 años, disminución de la pensión en caso de retiro anticipado,
 disminución de las indemnizaciones por paro; las personas sin empleo deberán aceptar trabajos con salarios inferiores a su último salario neto,
 congelación del alza prevista de un 10% en las prestaciones familiares,
 abaratamiento del despido para las PME,
 reducción de un 0,40% en las cotizaciones sociales abonadas por los empleadores a las cajas públicas,
 reforma fiscal que contiene importantes bonificaciones para las empresas.
El programa del gobierno Kohl es una cuestionamiento fundamental del sistema de protección social, de salud, de la enseñanza (los Länder son responsables de la enseñanza, de las universidades, de la ayuda social…) y de los convenios colectivos. Marca las pautas a seguir por el conjunto de las burguesías de Europa occidental. Golpear al proletariado alemán hoy es tanto más importante para el imperialismo alemán (y para el capital internacional) cuanto que se anuncia una recesión en Alemania en el cuadro de una situación económica mundial particularmente amenazante.
“RECESION” O “ESTANCAMIENTO” EN ALEMANIA
El Institut der deutschen Wirtchaft ofrece las siguientes estadísticas:
Tasas de crecimiento anuales del PIB de la RFA (en %)
RFA 1950-75
1980-90
1985-90 5,5
2,2
3,4
OESTE 1990
1991
1992
1993
1994* 5,7
4,5
1,6
-1,9
2,3
ESTE 1993
1994* 7,1
9,2
ALEMANIA UNIFICADA 1993
1994*
1995
1996 (prev) -1,2
2,9
1,9
0,75** o 0,50*
*Estadísticas de los grandes institutos de investigación económica
** Previsiones del gobierno alemán
(Fuente: citado por A. Losser L’économie allemande (PUF)
En 1994, el inicio de la recuperación se debió al tirón de las exportaciones (+7,2%), la inversión y los nuevos Länder (+9,2% del PIB). Este éxito de las exportaciones se debió por una parte a una coyuntura exterior favorable (la recuperación de la inversión internacional benefició a las industrias alemanas de bienes de equipo) y a los esfuerzos de productividad sobre todo en la industria del automóvil. Pero el 22 de mayo de 1996 el Financial Times hacía notar:
“La economía alemana ha retrocedido durante dos trimestres consecutivos. Según las definiciones en uso en Estados Unidos y en Gran Bretaña, el país se encuentra en recesión”.
El PIB retrocedió un 0,5% en el primer trimestre de 1996; retroceso que se añadía a dos trimestres consecutivos (el tercero y el cuarto de 1995) de crecimiento nulo. Sin entrar en las disputas de estadísticas y definiciones (el gobierno alemán contesta esta apreciación), basta dar los resultados de la producción industrial para constatar que las tendencias a la recesión parecen confirmarse. Retroceso desde mediados de 1995; pérdida de 1,5% a 1,8% al comienzo de 1996 en comparación con el mismo período del año precedente; la tasa de utilización de las capacidades industriales retrocede desde el otoño de 1995; la demanda industrial retrocede un 4,3% en marzo de 1996 con relación a marzo de 1995.
Hecho notable: por primera vez “Los Länder del Este no arrastran al alza la economía alemana” titula un artículo de Le Monde del 3 de julio:
“En 1996 las transferencias públicas netas en beneficio del Este alcanzarán 131.000 millones de marcos. Estas transferencias no son muy elevadas según la opinión unánime de los economistas, aún están demasiado dirigidas a financiar el consumo a expensas de la producción.
En el primer trimestre de 1996 el retroceso del PIB este-alemán (-2,5% en relación al primer trimestre de 1995) ha hecho retroceder a la economía alemana mientras el Oeste del país conocía un ligero crecimiento del 0,5% con relación al primer trimestre de 1995. Todo indica que esta inversión de tendencia continuará. Los seis principales institutos económicos alemanes, en su último informe de primavera programan para 1997 ‘un crecimiento inferior en Este con respecto al Oeste pro primera vez desde 1991’. En el mismo documento estos organismos temen que ‘los nuevos Länder se conviertan en un desierto económico (…)”.
Los síntomas de la crisis son múltiples: insolvencia de las empresas del Este dos veces superior a la del Oeste; la productividad alcanza el 75% de la del Oeste… Cada vez más claramente, como lo hace notar Hans Hogel Hartel del instituto HWWA de Hamburgo, “es notorio que las dificultades del Este residen en un aumento demasiado rápido de las rentas no seguidas por un aumento de la productividad”.
El diferencial entre el Oeste y el Este se ahonda. En el primer trimestre de 1996 la tasa de paro (en datos depurados) ha pasado del 14,8% al 15,9% en el Este. La renta bruta oriental es un 74,5% de la occidental. Para calificar la desindustrialización que se produce en el Este Le Monde habla del “efecto Mezzogiorno” (se ha pasado de 3,4 millones de asalariados en la industria antes de la unificación a 600.000 hoy día). Los seis institutos proponen un remedio simple: la disminución de los salarios en los cinco Länder del Este.
El aumento de la masa de parados pesa sobre los salarios (el número oficial de parados es de más de 3,8 millones en mayo de 1996, número ciertamente inferior al real, un importante subempleo reina sobre todo en la parte Este del país). El Instituto de investigaciones económicas ha dejado claro que los salarios no sobrepasan en un 3% a los de 1980. Ahora bien, los salarios reales han bajado en 1996. Si a ello juntamos que el paro en la Alemania del Oeste ha aumentado en 2,3 millones, no se puede por menos que concluir que la renta de los hogares ha descendido desde 1980.
CRISIS GENERALIZADA DEL SISTEMA CAPITALISTA
Le Monde sigue:
“A la inversa (de la industria) el sector de la construcción y obras públicas sostenido por múltiples medidas fiscales gubernamentales, se ha llevado la parte del león en la actividad económica dela región. Se ha construido de tal manera en la ex-RDA que hoy día en Dresde, Leipzig o Erfurt inmensas superficies de oficinas siguen desesperadamente vacías”.
De manera general la quasi-recesión que sufre Alemania hoy está ligada a la crisis general del sistema capitalista. La economía alemana siente de lleno la retracción del mercado mundial, de la expansión mundial. La evolución de las tasa de crecimiento muestra que la recuperación anunciada en 1993 en Estados Unidos no parece haber sido más que una breve oscilación al alza en el curso de la crisis recurrente del sistema capitalista.
En esta situación, la concurrencia inter-capitalista se agudiza, tanto más cuanto que el imperialismo americano - única potencia mundial tras el hundimiento de la URSS - ha emprendido una fuerte ofensiva contra los imperialismos europeos y japonés con el fin de recuperar cuota de mercado e imponer a sus oponentes la asunción del grueso de los costos que gravan un sistema capitalista en putrefacción. Le Figaro del 20 de abril de 1995 anunciaba una pérdida de un 30% de cuota de mercado para Alemania en el curso de los diez últimos años.
En un informe sobre un viaje oficial a los Estados Unidos del ministro alemán de Asuntos Exteriores en mayo de 1996 se puede leer: “En un tono grave e inhabitual en las relaciones entre Bonn y Washington Klaus Kinkel ha advertido contra una guerra comercial trasatlántica”. Los Estados Unidos decretaron sanciones comerciales contra Cuba, Irán y Libia (las leyes Helms-Burton). Exigen de sus partenaires (traducir: sus concurrentes) el poner fin a sus intercambios comerciales con esos países. De lo contrario amenazan con someter al derecho americano a las empresas de terceros países, es decir, por ejemplo, demandar a la empresa alemana Krupp por proveer de motores a Cuba para su industria azucarera. La Unión Europea, y el gobierno alemán a su cabeza, intentan obtener u acuerdo de libre cambio entre la UE y México. De esta forma intentan los europeos tantear en el seno del ALENA, utilizando para ello el eslabón más débil, México.
La amenaza de un crac bolsista, financiero, bancario en general es al menos tan grave, si no lo es más, para la economía capitalista que lo antedicho. En la primavera de 1995 el dólar sufría un descenso histórico (una pérdida de un 25% con respecto a las demás monedas): esta rápida caída amenazaba con abocar al Japón al hundimiento financiero. El G7, reunido en abril, decidía una estrategia de “recuperación ordenada de los cambios”: los bancos centrales intervinieron masivamente para sostener el dólar. Tras ello la moneda estadounidense recuperó un 34% de su valor respecto al yen y casi un 10% respecto a las monedas europeas. Tras la reunión de los ministros de finanzas del G7 en Lille - mayo de 19966 -, el secretario americano del Tesoro consideró que les tocaba a París y Bonn tomar las medidas necesarias para la revalorización del dólar a fin de facilitar la recuperación europea disminuyendo las tasas de descuento y controlando eficazmente sus déficit presupuestarios.
Golpear económica y políticamente al proletariado alemán se ha convertido en una imperiosa necesidad para el imperialismo germano (y para el capital internacional) con vistas a imponer un descenso drástico del valor de la fuerza de trabajo a escala europea. Los objetivos del imperialismo alemán son claros: no solamente recuperar lo que se ha visto obligado a conceder para mejorar el poder adquisitivo de las masas de la ex-RDA, sino cuestionar las conquistas fundamentales arrancadas por el proletariado alemán (lo esencial de las cuales está garantizado por convenios colectivos). Reducir el valor de la fuerza de trabajo en toda Alemania, multiplicar los despidos, crear una masa permanente de parados, tales son sus objetivos inmediatos: el plan de austeridad de Kohl va acompañado con los 60.000 despidos que reclama la privatización de Deutsche-Telekom, con los 32.000 despidos de ferroviarios en el marco de la privatización de las vías férreas, con los 60.000 previstos en la minería, con los 30.000 asalariados que ‘sobran’ en Volkswagen, etc…
Pero, ¿qué es lo que permite al gobierno de la CDU/CSU-FDP de Kohl emprender tal ofensiva seis años después de que la movilización de las masas impusiera la reunificación de Alemania y del proletariado alemán?
¿POR QUÉ COMBATIÓ EL SPD CONTRA LA REUNIFICACIÓN DE ALEMANIA?
Mientras que en 1987 y 1989 el gobierno Kohl se encontraba con el agua al cuello, el SPD encaminó sus esfuerzos contra la movilización de las masas del Este de Alemania. Combattre pour le socialisme, en su número especial del 24/12/1990 declaraba:
“El pujante movimiento en la parte Este de Alemania de finales de 1989 ha aterrorizado a las grandes potencias imperialistas y a la burocracia del Kremlin. Temen a la reunificación de Alemania. ¿Hasta dónde podría conducir este movimiento? Nadie estaba en condiciones de responder a esta cuestión. Pero el gobierno Kohl explotó hábilmente las aspiraciones a la unificación. Canalizándolas hacia la RFA. Los dirigentes del SPD se opusieron. Frenaron mientras les fue posible. Se enfrentaron abiertamente a la voluntad de la gran mayoría del pueblo alemán. Las consecuencias han sido que por tres veces los partidos burgueses han triunfado en las elecciones de forma aplastante, como lo hicieron el 2 de diciembre, elecciones en las que fueron elegidos los representantes de toda Alemania en el Bundestag”.
Ya en septiembre de 1989, cuando comenzaron las manifestaciones de los lunes en Leipzig (en las que surgieron las consignas: “Somos el pueblo”, el 9 de octubre, y “Somos un pueblo”, el 20 de noviembre), Willy Brandt declaraba:
“Si como ya podemos entrever que en los próximos decenios se irá borrando poco a poco la división de Europa, tenemos que plantearnos la cuestión de cómo los alemanes podemos estrechar nuestros lazos (…) Pero ello no debe traducirse necesariamente en la existencia de un solo Estado”.
Tras las legislativas de 1990, Oscar Lafontaine centró toda su campaña sobre los peligros de una reunificación precipitada y sus costes: el SPD perdió el 4% de sus votos con relación a 1987 mientras los resultados de numerosas elecciones parciales parecían anunciar que lograría la mayoría en el Bundestag.
Ligado a la defensa del orden burgués, a la defensa de la propiedad privada de los medios de producción, el SPD ha combatido el proceso de reunificación política del proletariado alemán. La supervivencia hoy de un renadío del antiguo partido estalinista en el Este de Alemania, el PDS, es en gran medida su consecuencia. El SPD sabía que si se comprometía por la reunificación el proletariado del Oeste podía ponerse en movimiento e iniciarse un proceso de fusión de revolución política y revolución social. El SPD ha comprometido todas sus fuerzas para cerrar toda salida política a las masas, para impedir el que la movilización de las masas del Este pueda sacar a la luz la cuestión del poder. La existencia de una mayoría del SPD en el Bundestag habría conducido inmediatamente a un gobierno en solitario del SPD para toda Alemania.
Una vez que la CDU/CSU fue aupada a la victoria, el SPD se comprometió en una política de sostén al gobierno de Kohl y su programa político de defensa de los intereses del imperialismo alemán. Ello le permitió preparar su ofensiva contra las masas.
LA MOVILIZACION DEL PROLETARIADO DE TODA ALEMANIA CHOCA CONTRA LA POLITICA DE LOS APARATOS
Contra las fracciones del ex-aparato estalinista que se han puesto al servicio del gobierno Kohl, contra la FDGB, el ‘sindicato’ estalinista que ha intentado su ‘renovación’ proponiendo una FDGB-Este opuesta a la DGB-Oeste, las masas han combatido a favor de un solo sindicato obrero para toda Alemania: la DGB (IG-Metall, con sus 2,8 millones de miembros, es el primer sindicato de rama a escala mundial). Contra el gobierno de Kohl, las masas del Este imponían el primero de julio del 90 la paridad entre el Deutschemark y el Ostmark, emprendiendo inmediatamente el combate por los mismos salarios y las mismas conquistas.
Hoy Kohl y la patronal deben cuestionar la equiparación salarial de los trabajadores del Este. Les es preciso emprender la ofensiva contra las masas y utilizar la reestructuración de la economía del Este para “definir una política industrial innovadora (…) En los nuevos Länder la crisis juega un papel de catalizador de la innovación. Además, esta renovación acelerada coincide generalmente con la aparición de sobrecapacidades de producción en el conjunto de Alemania. La ex RDA se convertiría en una especie de laboratorio para la modernización de las estructuras de producción de la antigua RFA” (“L’unification sans miracles”, CIRAC octubre de 1995).
Utilizar los nuevos Länder para cuestionar las conquistas obreras de toda Alemania, impedir la extensión al Este de los convenios colectivos que desde hace decenios garantizan estas conquistas a los obreros en la RFA, tal es el eje de la ofensiva.
A partir de 1991, la movilización de proletariado de toda Alemania, aunque comportando aspectos diferenciados, se ordena sobre un objetivo central: defensa el valor de la fuerza de trabajo, extensión y defensa de los convenios colectivos. En el Este, por ejemplo, en junio de 1991, los trabajadores se movilizaron para exigir la anulación de los despidos (huelgas con ocupación de fábricas) mientras en el Oeste 2500 mineros del Ruhr se manifestaban (junto a una delegación de obreros de Sajonia) contra las supresiones de empleo y la reestructuración de las minas. Otros 30.000 trabajadores se declaran en huelga por un aumento del 6,7% a fin de recuperar la pérdida de poder adquisitivo debida al ‘impuesto para la unificación’.
En marzo de 1992 se produjo la huelga con ocupación de los astilleros navales de Rostock; en el Oeste, en abril, los dirigentes de la ÖTV hubieron de llamar a los trabajadores de los servicios públicos a la huelga para exigir un 9,5% de aumento (mientras que los de la IG-Metall conseguían evitarla firmando un compromiso con la patronal). Pero la ÖTV organiza la dislocación con la táctica de las huelgas alternadas. El voto contra el acuerdo salarial y la vuelta al trabajo de un 55,9% de trabajadores expresa el conflicto entre trabajadores y dirigentes. Finalmente el capital alemán y el gobierno de Kohl no pudieron imponer el descenso del poder adquisitivo que esperaban pero los trabajadores alemanes no obtuvieron sus reivindicaciones iniciales.
El aparato de la DGB, como el del SPD, defendiendo la propiedad privada de los medios de producción protege al gobierno de Kohl. Esta colaboración con el régimen burgués se expresa en todos los terrenos. Así la oficina de la privatización ha cristalizado el odio de las masas del Este golpeadas por el paro (su primer director fue asesinado el 1 de abril de 1991). Pero el SPD era favorable a las privatizaciones. Otto Schilly que presidía la comisión parlamentaria de control de la Treuhand justificaba así las privatizaciones:
“No se puede rechazar totalmente el argumento según el cual es el saneamiento de las estructuras este-alemanas la causa del paro y no las privatizaciones”.
A fines de 1992, la Treuhand hubo de modificar su método de privatización: el único sostén de las autoridades de Bonn no era suficiente. Los Länder (algunos de ellos dirigidos por el SPD) debían colaborar en la tarea de privatización-reestructuración financiando los planes regionales de ayuda a sectores en crisis y los sindicatos fueron asociados a las medidas tomadas. La Treuhand, por su parte, subordinó su “sostén a los planes de reestructuración” (períodos de reconversión reemplazan a los despidos ‘secos’) al respeto por las organizaciones sindicales de una disciplina salarial que éstas aceptaron.
LAS REIVINDICACIONES PATRONALES
En 1993 la patronal de la metalurgia de Sajonia denuncia el acuerdo salarial firmado dos años antes previendo la igualación de los salarios del Este con los del Oeste en 1995. Huelgas masivas y manifestaciones estallan por toda Alemania. Cierto que el 14 de mayo la patronal renuncia a la anulación del convenio colectivo, pero mientras que la huelga amenaza con extenderse a los otros Länder, la dirección de la IG-Metall acepta la proposición patronal: 9% de aumento en lugar del 26% y retraso en la igualación de los salarios hasta 1997.
La movilización de los metalúrgicos chocó con la política de consenso de los aparatos ligados a la cogestión. Así presentaba lo presentaba F. Batoil en un número especial (septiembre de 1995) de la revista Autrement: l’autre Allemagne:
“Mientras que todas las condiciones estaban reunidas para que las reivindicaciones se vieran satisfechas, el sindicato retrocede y acepta las condiciones patronales (…) ¿Cómo se explica esto? En realidad la Treuhand ha puesto todo su peso en la balanza, el peso del empleador más importante de Alemania del Este. Amenazó con suspender todas las formas de apoyo a las sociedades de empleo y otras ayudas sociales que aporta a los trabajadores que perdieron su empleo, si se hacía efectiva la nivelación del 26%. En la medida en que gestiona la gran mayoría de las empresas metalúrgicas, es el empleador de numerosos metalúrgicos. Está pues sometida al acuerdo tarifario que fija los montantes salariales. Todo aumento salarial penaliza tan gravemente las finanzas públicas que no ha dudado en practicar el chantaje obligando a los sindicatos a aceptar sus condiciones; a cambio de lo cual se ha comprometido a continuar gestionando las empresas incluso las parcialmente deficitarias. Este ejemplo ilustra no sólo la capacidad que tiene la oficina de privatización de obligar a sus partenaires a adoptar determinados comportamientos instaurando nuevas reglas, sino igualmente la de los agentes sociales para integrar las diferencias y participar en la elaboración de compromisos tanto locales como generales”.
De hecho la DGB ha aceptado integrarse en el nuevo dispositivo puesto en marcha por la Treuhand y el gobierno. Este dispositivo de cogestión implica que los sindicatos se pliegan al respeto y defensa de la propiedad privada de los medios de producción, a la racionalización capitalista de la explotación de la fuerza de trabajo. La ‘abundancia’ de los 30 gloriosos contribuía a enmascarar esta realidad. Hoy en día la política de consenso lleva a los aparatos a negociar la liquidación de las conquistas obreras. El verdadero contenido de la ‘Mitbestimmung’ de la ‘Sociale Markwirtschaft’ (economía social de mercado) sale ahora claramente a la luz. La patronal no puede tolerar la cogestión de los años fastos y por otra parte numerosas PME-PMI se separan de las organizaciones patronales a fin de no estar ligadas a los convenios nacionales.
Al mismo tiempo el SPD se comprometía políticamente junto al gobierno Kohl participando, a mediados de marzo de 1993, con la coalición CDU/CSU-FDP en un cónclave de 3 días que concluyó con la firma de un Pacto de solidaridad. Pacto que ponía las bases del saneamiento de las finanzas públicas: se trataba de hacer pagar a las masas la reunificación mediante un ‘impuesto de solidaridad’ del 7,5%, el aumento de los impuestos y de las cotizaciones sociales.
Para el proletariado de la metalurgia hacer ceder a la patronal exigía imponer a la IG-Metall la ruptura con la política de consenso, que llamara a la movilización contra el gobierno de Kohl. En efecto, en la legislación alemana, un acuerdo firmado por los agentes sociales se impone a los firmantes: la decisión de la patronal sajona de denunciar el acuerdo firmado en 1991 era un precedente y de hecho una amenaza contra el conjunto del dispositivo de los convenios que garantizan las conquistas obreras. La amplitud de la movilización de los metalúrgicos de toda Alemania muestra que el proletariado tenía clara conciencia de ello. Pero no consiguió imponer al aparato de la IG-Metall la ruptura con la política de consenso y gestión de la sociedad burguesa, que llamara a la huelga general de metalúrgicos de toda Alemania, que exigieran del SPD la ruptura con el gobierno proclamándose candidato al poder.
En septiembre de 1993 el gobierno podía presentar el Standort Deutschland (el informe sobre la competitividad industrial alemana). Según A. Minc, el conjunto de los responsables estatales patronales y sindicales han mostrado unanimidad sobre los temas abordados. ¿Cuál es pues este “nudo de valores económicos y sociales comunes” que llevó a la comisión Minc a admirar el “consenso germánico”? Tomemos una muestra:
“Cambiar el comportamiento de los ciudadanos (…) volver al espíritu de iniciativa y de responsabilidad, abandonar el comportamiento reivindicativo para proporcionar un nuevo impulso a Alemania (…)
Limar las rigideces legislativas y reglamentarias: (…) mejor utilización de los factores de producción a fin de aligerar los costes y crear empleo; la reforma de la jornada de trabajo (duración general, anual, semanal) y la reducción de los estudios generales deben contribuir a esta optimización; la modulación de los salarios y reducción de las cargas sociales, permitidas tanto por el control de los gastos sanitarios como por el de la cobertura social, debía restaurar el atractivo del locus industrial alemán y reducir el paro (…)”
En la introducción, el informe marca las responsabilidades:
“La competitividad de Alemania nos concierne a todos: el Estado, los Estados Federales y las comunidades, al igual que los partidos, los agentes sociales , los sindicatos y las Iglesias, a éstos y a las escuelas, las instituciones culturales y hasta a los medios de comunicación”.
La reivindicación central de la patronal es la “reducción de los costos laborales” por la flexibilidad y aumento de la duración de la jornada laboral (bien por la vuelta a las 40 horas, bien por la extensión de la edad laboral u otras modalidades). Varios Länder han dado ejemplo prolongando la duración del servicio de los enseñantes o de los funcionarios en 1993 y 1994. IBM ha negociado en 1994 un acuerdo que prevé pasar de 36 a 38 horas de trabajo semanal por el mismo salario.
LOS SINDICATOS NEGOCIAN LA FLEXIBILIDAD Y LA RESREGULACION
En 1994 la patronal de la metalurgia de los Länder del Oeste anuncia que no prorrogará el acuerdo vigente sobre los salarios. Reivindica un ‘giro’ en la Tarifa autonómica, un descenso de un 10% de los ‘costes salariales’. Mientras los metalúrgicos se declaran en huelga por la defensa de sus salarios, mientras que los carteros hacen huelga contra la privatización, es sin embargo la política del aparato la que prevalece: las negociaciones se circunscriben a los límites que exige el informe Standort (se negocia la flexibilidad en nombre del empleo); por otra parte la DGB acepta la privatización de Deutsche-Telekom en tres etapas a cambio de algunas ‘garantías’.
En la metalurgia el acuerdo salarial firmado logra un aumento de 1,16%, o sea una pérdida de poder adquisitivo; integra además la flexibilidad de trabajo (la disminución del tiempo de trabajo puede llegar a una pérdida salarial del 17%). El aparato de la IG-Metall acepta la ‘cláusula de apertura’ en la negociación colectiva (en ciertos casos, la patronal puede desligarse del contenido de la convención). En la metalurgia, en la química, la convención autoriza nuevos contratos con sueldos inferiores a los tarifados.
El acuerdo firmado en Volkswagen en el 93 y que entró en vigor el 1 de enero de 1994 significó un importante punto de apoyo para la patronal. Willy Scherer, sindicalista de IG-Metall escribe en la revista Page 2 (julio-agosto de 1996):
“Con el acuerdo que entró en vigor el primero de enero de 1994 para dos años, la duración semanal pasó de 36 a 28.8 horas (para 4 días), lo que representa una reducción del 20%. Los partidarios del ‘modelo VW’ han subrayado que el salario mensual no disminuiría tanto. Sin embargo, si se considera el salario anual, la caída efectiva alcanza de un 15% a 20%: las compresiones simlemente han sido repartidas sobre las diferentes componentes del salario anual (…)
Los costos salariales de las fábricas VW de Alemania han disminuido así un 20%, o sea 1.800 millones de DM al año. Simultáneamente, los nuevos equipamientos combinados con la flexibilidad del horario de trabajo facilitada por el acuerdo, has hecho explotar la productividad (…) Existen unos 150 horarios diferentes en las 6 fábricas VW (…) abundan las reglamentaciones particulares. Se ha introducido una extrema flexibilidad del personal (…)”
El artículo precisa que en gran número de empresas se ha pasado a 35 horas sobre 5 días; habiéndose mantenido el acuerdo que fija la semana de 28.8 horas, la jornada de trabajo ha sido recortada. 1150 obreros y aprendices has sido transferidos de Edem (Baja Sajonia) a Hannover; 7.000 personas trabajan en 4 equipos. Asalariados de Edem han sido ‘prestados’ (sic) a la fábrica de Hannover: se ha alojado a las personas en condiciones deplorables (en cuarteles o habitaciones privadas, 3 mujeres por habitación…), sin poder volver a casa más que el fin de semana. Toda negativa equivaliendo al despido inmediato. En el Este, en Mosela (Sajonia) una moderna fábrica construye los Golf en 15 horas (en lugar de 30) utilizando empresas subcontratadas.
Tras la renegociación del acuerdo en 1996, la dirección de VW anunció su intención de reducir sus efectivos en Alemania de 105.000 a 84.000 en 1998. La IG-Metall ha aceptado firmar la acentuación de la flexibilidad, el incremento de las horas extraordinarias, los sábados suplementarios, la extensión de la jornada laboral de 28,8 a 30 horas. El mismo artículo prosigue:
“un asalariado de Kassel escribe en el boletín Arbeiterstimme, órgano de los militantes sindicales de izquierda, con mucha presencia en las grandes empresas industriales, que este acuerdo representa la más grande estafa salarial desde que existe VW (…) En Hannover más de 50 obreros han invadido una asamblea de delegados sindicales para protestar contra el resultado de las negociaciones. ‘Jamás se habían dado tales protestas en VW contra un acuerdo’, declara un delegado de taller de la fábrica de Hannover”.
El combate emprendido por el proletariado unificado de Alemania choca hoy frontalmente con la política de apoyo al capitalismo en crisis del aparato sindical, de la DGB y de sus federaciones. El enfrentamiento entre las masas y los aparatos para intentar imponerles otra política (romper con la burguesía) es inevitable.
DEL 18º CONGRESO DE LA IG-METALL AL PACTO POR EL EMPLEO
Del 30 de octubre al 4 de noviembre de 1995 se celebró el 18º congreso de la IG-Metall. Según Le Monde del 3 de noviembre, el discurso del presidente del sindicato, Klaus Zwickel
“ha sido saludado por la patronal de la metalurgia alemana que habla de un discurso ‘notable y corajudo’ (…) ‘Nosotros congelamos los salarios, ustedes los despidos’: tal es, en esencia, la espectacular proposición que acaba de hacer la IG-Metall a la patronal alemana”.
Klaus Zwickel propone un cuestionamiento global del convenio de la metalurgia que concierne a 3,5 millones de asalariados: se trata no solamente de congelar los salarios, sino de aceptar salarios de inserción por debajo de los tarifados, de borrar de las reivindicaciones la disminución del tiempo de trabajo y de “adaptar el convenio nacional de manera más flexible” a las realidades de las empresas, lo que es la negación misma de un convenio nacional. Y ello en nombre de la creación de 300.000 empleos, y de la contratación de aprendices. Le Monde indica que ciertas de estas proposiciones han provocado las protestas de la base y de la fracción del aparato que califica de ‘tradicionalista’.
Asumiendo abiertamente las reivindicaciones patronales y con el apoyo de la DGB, la IG-Metall se ha lanzado a las negociaciones salariales: “un verdadero laboratorio social”, se puede leer en la prensa. La patronal ya puede reclamar abiertamente el 2 de enero la instauración de un nuevo sistema: un salario mínimo inferior a los mínimos actuales, sustituyendo a los acuerdos salariales de ramo y una parte del salario individualizada según el rendimiento del asalariado.
El 29 de enro la DGB firmó con la patronal un Pacto por el empleo bajo el patrocinio del canciller Kohl. Pacto que comporta, entre otras cosas, un descenso del 30% de las ayudas a los parados, el principio de la desreglamentación, de la flexibilidad de los salarios y de los horarios, de las cláusulas de apertura, el cuestionamiento de las pensiones, la reestructuración de la Seguridad Social, la disminución de los impuestos patronales, la adaptación de la educación y formación de los aprendices a los cambios estructurales. Pero contrariamente a la proposición de la IG-Metall, la patronal no creará ningún puesto de trabajo: ¡concede una ‘prórroga’ (sic) para los 110.000 despidos previstos!
Se trata de un verdadero pacto político con la patronal y el gobierno Kohl en una situación en la que lo que está al orden del día para el imperialismo alemán es el imponer un descenso importante y global del valor de la fuerza de trabajo. La DGB se compromete así a imponer este programa a la clase obrera por cuenta de la patronal. El ministro de trabajo Blüm puede expresar su satisfacción al día siguiente de la firma:
“Una iniciativa sin precedente en Europa (…) un gigantesco paso adelante que nos permitirá ahorrarnos los sucesos que acaba de conoce Francia”.
Kohl podía así anunciar su plan de austeridad el 25 de abril de 1996.
EL PROLETARIADO ALEMAN ES EL PROLETARIADO DECISIVO EN EUROPA
Tras la manifestación de 15 de junio Kohl afirmó: “ya se ha escuchado bastante a los profesionales de la reflexión y la queja”. Le Monde del 20 de junio comentaba:
“Gracias a la práctica de las mesas redondas, el canciller Kohl ha logrado anestesiar el cuerpo social para proceder, llegado el momento, a la intervención quirúrgica que se imponía. Desde ahora el debate se desarrolla en el Parlamento”.
El 29 de junio el Bundestag aprobó lo esencial del plan de Kohl. El debate proseguirá ahora en el Bundesrat, donde el SPD tiene la mayoría.
El aparato de la DGB y el de sus federaciones, en particular la ÖTV, han logrado impedir la huelga general en junio. Mientras los trabajadores de los servicios públicos exigían que la ÖTV llame a la huelga general para la retirada del plan Kohl, el 13 de junio el aparato firmó un acuerdo para hacer descender el aumento salarial del 4,5% al 1,3% para 1997 congelando en el 85% la nivelación de los salarios del Este sobre los del Oeste.
La DGB y sus federaciones hacen uso de todo su peso para intentar contener el conflicto abierto entre el proletariado unificado de Alemania y la patronal y su Estado dentro del marco de relaciones establecidas por la Mitbestimmung y la Sozial Marktwirstchaft: el consenso, es decir la sumisión del proletariado a los intereses de la burguesía. Pero la cogestión, tal como ha funcionado durante los años de crecimiento económico ya no es posible. La asociación, con voz deliberatoria, de los representantes elegidos por los asalariados a las decisiones de los dirigentes y a las principales decisiones económicas de la empresa implica hoy que los representantes consideren como legítimas las exigencias de la patronal. Los aparatos ya no pueden negociar aumentos salariales, mejoras en las condiciones de trabajo a cambio de la ‘paz social’. La política de los aparatos se muestra claramente como política defensa de los intereses burgueses. He ahí el origen de la crisis que los atraviesa.
Sin embargo, incluso si en esta etapa los obstáculos no han podido ser apartados, la manifestación centralizada del 15 de junio no tuvo precedente en la historia del proletariado alemán tras la guerra. El plan Kohl cristaliza la movilización de los proletariados del Este y del Oeste. A la orden del día está la cuestión de la huelga general por su retirada. Pero aún así es preciso que el proletariado alemán se abra una perspectiva política: derribar el gobierno CDU/CSU del canciller Kohl para aupar su propia representación política. En el estado actual de las relaciones políticas eso significaría imponer el gobierno del único partido obrero: el SPD.
En 1989, combatiendo contra la reunificación, el SPD impidió que el movimiento de las masas del Este de Alemania se combinara con la movilización del proletariado del Oeste contra el gobierno de Kohl y, de esta forma, impedía que el proletariado unificado de Alemania emprendiera la lucha por su propio poder. Combatiendo contra el movimiento de las masas el SPD ha contribuido a que la reunificación de Alemania se haya dado en el marco del Estado burgués alemán. Ha permitido también las victorias electorales sucesivas de la mayoría burguesa CDU/CSU dirigida por Kohl. Ha taponado toda perspectiva política y junto al aparato de la DGB ha confinado el movimiento de la clase durante varios años en el tradeunionismo. En realidad lo esencial de la fuerza del gobierno Kohl reposa sobre el apoyo político del SPD y del aparato de la DGB.
Un artículo de Le Figaro del 16 de abril de 1996 titulado Cizaña en el seno del partido socialista explica cómo la nueva derrota electoral del SPD en las elecciones en tres Länder el pasado 24 de marzo ha sido el origen de una crisis en el partido. Crisis que no ha hecho sino amplificar la que apareció en el congreso de Mannheim de noviembre de 1995. Oscar Lafontaine fue elegido presidente sobre la base de un discurso de apariencia más izquierdista; al mismo tiempo el congreso adoptaba un programa cuyo tema no displacería a la burguesía: “Empleos para Alemania”. Estas posiciones de apoyo al gobierno de Kohl no son ajenas a la nueva derrota electoral del SPD; continúa pagando su oposición a la unificación.
Las diversas posiciones de las fracciones del aparato del SPD expresan todas ellas el rechazo a romper con la burguesía. Hans Apel, antiguo ministro de defensa de Helmut Schmidt se ha declarado por la conciliación con los patronos. Schmidt mismo ha animado a Kohl a efectuar economías draconianas, al igual que Schröder que se pronunció por negociar con Kohl “la amputación de los privilegios sociales”. He ahí la muestra de cuan ligado está el SPD al capital y al Estado burgués alemán. A la reivindicación de la ruptura con el gobierno de Kohl, Oscar Lafontaine responde proponiendo la alianza con otras fuerzas burguesas: los Verdes y el PDS; la alianza con el PDS en algunos Länder del Este contribuye a legitimar este partido burgués a los ojos de los trabajadores del Este.
En el fondo el SPD jamás se ha opuesto al plan de austeridad de Kohl: sólo está por un diferente reparto de los sacrificios. ¿Cuál será su posición en el Bundesrat, donde tiene la mayoría? La movilización masiva del proletariado alemán el 15 de junio pone a la orden del día la posibilidad de una campaña política para que las masas impongan al SPD la ruptura con Kohl, con su gobierno y su mayoría CDU/CSU. En la DGB, sus federaciones, en la ÖTV, es preciso combatir para que llamen a la huelga general para derribar al gobierno Kohl; para que interpelen al SPD y le exijan que se pronuncie contra el plan de Kohl en su totalidad, por su retirada; que le reclamen el combatir por un gobierno en solitario del SPD para toda Alemania; que le exijan utilizar su mayoría en el Bundesrat en este sentido. Teniendo en cuenta las actuales relaciones políticas, es la única forma de abrir una perspectiva política al proletariado.
Sólo esta orientación política puede permitir la construcción del Partido obrero revolucionario que necesita la clase obrera alemana, pues no puede haber solución a la crisis actual salvo si el proletariado toma el poder, expropia al capital para instaurar una planificación racional elaborada y puesta en práctica bajo contro obrero. Una planificación que no será completamente satisfactoria más cuando se integre en un conjunto más vasto: los Estados Unidos socialistas de Europa.
La historia ha mostrado que el proletariado alemán es el proletariado decisivo de Europa, el resultado del enfrentamiento entre el proletariado unificado y el líder de los imperialismos europeos vendrá preñado de consecuencias para el conjunto de los proletariados de Europa.
CPS 15 de julio de 1996

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1996-06-15, El imperialismo alemán lider político, julio de 1996.pdf73.98 KB